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Iba a decir que pasados los Reyes Magos, por fin podemos regresar a la rutina habitual tras el largo merodeo festivo por estas semanas insensatas y desordenadas, en las que nada está en su sitio, ni siquiera los ceniceros, alguien se ha bebido nuestras botellas, la gata semeja desquiciada, hay basura y envoltorios por todas partes, y hasta las noticias de actualidad parecen ser de otro tiempo remoto. Iba a decir que a partir de hoy recuperaremos nuestros horarios normales hechos pedazos, así como la programación de nuestras vidas, que al igual que la de televisión, sufrió graves alteraciones en esas festividades navideñas y de fin de año, con huecos y espacios vacíos en los que no hay manera de orientarse, y otros intransitables por abarrotados. Lo que pasa cuando te rompen las rutinas, y te desparraman todas las piezas del puzle, porque fuera de la rutina lo que hay es un laberinto. Del que hoy deberíamos salir, pero no me atrevo a decirlo porque no estoy muy seguro de que vaya a ser así. Mira que si la rutina ya no es lo que era, y aprovechando el largo paréntesis festivo nos la cambiaron por otra, o más grave aún, por ninguna. Ya sé que la rutina tiene mala fama, y la mayoría de la gente detesta la suya, le aburre y procura salir de ella a la menor ocasión, pero no es mi caso. Para mí la rutina es una manta a cuadros, un cigarrillo, el periódico. Y todas las cosas en su sitio y a sus horas, los platos en el escurreplatos, las sábanas en el cajón de las sábanas, el sillón reclinable, las sartenes ordenadas por tamaños, la fruta en el frutero y las noticias del mundo durante el tiempo de noticias. Y por supuesto, los fantasmas en las estanterías o bajo la cama, y que ninguno se beba mis botellas. Me encantan mis rutinas, están muy bien como están, y si las quisiera distintas, yo mismo me las modificaría. No tengo la culpa de que otros tengan una rutina de mierda, allá ellos, la mía que no la toquen. Al menos, eso es lo que pensaba hasta ahora, porque hoy, cuando debería volver a ella, ya no estoy seguro de que la encuentre. O de que sea la de siempre. Detecto signos de que la rutina, de tanto zarandearla, ya no es lo que era. ¿Cómo voy a escribir si no es rutinariamente? No quisiera ser uno de esos capullos cavilando entre las ruinas de sus rutinas.