En s’Arenal y algunas barriadas de Palma ya viven cientos de familias bajo tierra, en infraviviendas indignas que en realidad son sótanos, aparcamientos y trasteros reformados. La crisis habitacional no hace prisioneros y cada mes algunos codiciosos propietarios se las ingenian para superarse y ofrecen cama en lugares inverosímiles, como balcones o tiendas de campaña. Sin baño, por supuesto, que esto de la higiene está muy sobrevalorado. La Isla ha enloquecido y ya no hay Dios que la arregle. De hecho, todo puede ir a peor. Así que no descartamos que en cuanto toda Mallorca esté colapsada y no quede un rincón libre donde instalar al sufrido inquilino, que será a no mucho tardar, aparecerán imaginativos comerciales para enroscarnos nuevos territorios a colonizar. Como Chernóbil, que desde la explosión nuclear de 1986 no está demasiado poblado. Así que imaginamos a una familia interesada, con los niños correteando por el jardín, preguntando al vendedor: «¿Y esos simpáticos perritos?». «Son hamsters mutados, que han crecido un poquito. Cosas de la radiación». «Qué bien. Chicos, ya tenemos mascotas». O la ilusión que les hará ver que frente a su salón está el reactor humeante: «No se quejarán de las vistas». «Desde luego, somos unos privilegiados».
Vistas despejadas
Palma08/01/25 4:00
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