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Los bomberos seguían luchando ayer hoy a marchas forzadas para apagar el incendio producido el pasado domingo por varias explosiones en un centro de combustible al norte de Londres.

Unos 150 bomberos trataban de sofocar las llamas que han arrasado el depósito de carburante de Buncefield, el quinto más grande del Reino Unido, un día después de que ocurriera el suceso, que causó heridas a 43 personas, dos de ellas en estado grave.

Poco después del mediodía, diez de los veinte tanques de combustible afectados por el fuego habían sido apagados, confirmó un portavoz de Cuerpo de Bomberos del condado Hertforshire.

Esos focos del incendio se sofocaron mediante un complejo operativo consistente en el bombeo de 32.000 litros de agua mezclada con espuma a presión por minuto. Hasta el momento la policía analiza la hipótesis del accidente como posible causa del fuego y ha recalcado que «no hay nada que sugiera» otro motivo, como la posibilidad de un atentado terrorista, como se temió en un principio.

Según las fuerzas de seguridad, sólo un milagro impidió que la cadena de explosiones que originó el incendio, que llegó a oirse en lugares tan lejanos como Holanda, causara un gran número de víctimas mortales. El jefe del Cuerpo de Bomberos de Hertfordshire, Roy Wilsher, subrayó ayer que sus hombres trabajan en unas condiciones «muy duras» para apagar «el mayor fuego al que se han enfrentado el Reino Unido y Europa» desde el final de la II Guerra Mundial (1939-1945).