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JAVIER JIMÉNEZ /PEP MATAS Javier Rodrigo de Santos pasó ayer su primera noche en prisión, en el módulo de Ingresos. La dirección del centro le ha asignado un 'interno de apoyo', que compartirá con él celda para evitar que intente autolesionarse.

El ex dirigente del Partido Popular (PP) llegó a la penitenciaria de la carretera de Sóller pasadas las dos y media de la tarde, tras su paso por los juzgados de Palma. Entró en el centro a bordo de un vehículo policial y fue sometido a una revisión física y psíquica, para determinar si padece alguna enfermedad grave o si su estado anímico hace temer por un intento de suicidio. Como es habitual en estos casos, se activó el protocolo y recibió una triple visita: del médico, de un trabajador social y de un educador. Luego se le asignó una plaza en el módulo de Ingresos, en lugar de pasar la noche en la Enfermería. Su compañero de habitáculo es un 'preso de confianza', que de forma voluntaria acepta estar con el ex concejal y velar en la medida de sus posibilidades por su integridad. La estancia de Rodrigo de Santos en este módulo no será permanente, y en los próximos días será cambiado de ubicación. Recibirá un trato especial debido a su condición de personaje público y se adoptaran una serie de precauciones para que no sea linchado o agredidos por otros presos que ya saben que está en prisión por supuestos abusos sexuales a menores. El tiempo que pasará en prisión es una incógnita y dependerá del recurso que posiblemente interpondrá su abogado la semana que viene, pidiendo su libertad condicional previo pago de una fianza.

Los viernes y los sábados de cada semana podrá recibir la visita de Bartomeu Vidal, su letrado, y en breve se establecerá el convenio de visitas de familiares y allegados.

La investigación policial por el Caso De Santos continúa a pesar de que el ex edil está entre rejas. El SAF (Servicio de Atención a la Familia) está investigando otros tres casos en los que supuestamente Rodrigo abusó de niños de su entorno. Durante su estancia del jueves en la Jefatura de la calle Ruiz de Alda se mostró abatido, a ratos, y lúcido, por momentos. Es decir, aparentaba estar hundido y en cambio contestaba con total entereza y sangre fría a las preguntas de los inspectores.