La cámara del cajero de Plaça Pere Garau grabó al agresor. | Alejandro Sepúlveda

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Alto, delgado, de nacionalidad española y con tatuajes. Son los rasgos del violador del Carrer Capità Vila en Palma, que fue grabado por las cámaras del cajero al que acudió tras obligar a su víctima a darle el número secreto. Tras lograr su botín, habría tratado de quemar el piso y huyó sin que nadie advirtiera lo sucedido hasta que el fuego y los gritos alertaron a todos los vecinos.

En la finca de la víctima, cuyo piso permanecía precintado, aún se perciben el olor a humo y la intranquilidad. «Comprobar que la puerta quede cerrada, por favor. Hemos tenido problemas con extraños en la escalera», reza un cartel. El agresor, que habría esperado a la víctima en el piso y no habría forzado la puerta, usó un cable para atarla y, según explica la denuncia, la violó dos veces. Tras perpetrar el robo, intentó quemar la casa sin usar acelerantes, tal como descubrió la investigación.

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El grupo de homicidios de la Policía Nacional ha asumido el mando de las operaciones y tanto las imágenes de las cámaras como las huellas dactilares del cajero ubicado en la Plaça Pere Garau serán claves en una búsqueda que mantiene en vilo al vecindario. «Estamos preocupados por si pudiera volver ese hombre a por algo. No estamos acostumbrados a esto porque esta finca y esta calle son tranquilas», relata una vecina que cocinaba cuando los gritos de la víctima la alertaron. Fue de las primeras en llamar a los bomberos, igual que Miguel Ángel Nieto, el trabajador de Autos Cañellas que fue advertido del humo por un motorista. «No he pegado ojo dándole vueltas a todo lo que pasó por si recordaba algún detalle que podía ser de utilidad», asegura Nieto.

Enfrente, Redouane Boudiar, del Restaurante-Cafetería Marrakech, apunta que el barrio «recupera la normalidad». «Mucha gente hablaba de lo sucedido cuando pasó y llegué a escuchar muchas versiones, pero parece que ya ha pasado todo y en el bar ya nadie comenta nada. Hoy en día todo el mundo va a lo suyo y las cosas van tan rápido que nadie se preocupa», dice Redouane. En la misma línea se pronuncian los trabajadores de los negocios en la misma acera de la finca, que aseguran que el día después al suceso ha transcurrido entre cierta incertidumbre y normalidad.