Daniel, de 45 años, permaneció ocho días ingresado en el hospital de Son Espases. | Julio Bastida

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«He vuelto a nacer. Estoy vivo de milagro. Cuando noté el corte de la hélice en mi espalda fue mucho peor que el ataque de un tiburón». Así arranca el estremecedor relato de Daniel, un buceador amateur de apnea, que el pasado 25 de agosto fue abordado por una embarcación en aguas ubicadas entre Cap Blanc y Cala Pí.

El chico estaba buceando correctamente a una distancia de unos 20 metros de la orilla con dos amigos. Llevaba las correspondientes medidas de seguridad, es decir, la boya reglamentaria -en náutica es un indicador que señala la posición de un buceador sumergido-. De repente, Daniel sintió en su espalda cómo se le clavaban las hélices de una lancha.

«Noté como si me hubieran cortado en dos. Cuando llevé mi mano a la espalda lo único que recuerdo es que había sangre por todo y que podía meter toda la mano en la herida de la profundidad que tenía. Mi compañero Pedro, al que le debo la vida, empezó a gritar al ocupante de la embarcación hasta que se paró. Recuerdo que mi amigo me subió a la lancha y con una toalla taponó la herida. Unos minutos más tarde, llegaba el helicpótero de Salvamento Marítimo (Helimer 201) y me trasladaba hasta el hospital de Son Espases», señala Daniel.

Una embarcación de la Guardia Civil acudió de inmediato al lugar del suceso y se hizo cargo de la investigación del accidente marítimo.

Por su parte, el paciente ingresaba en UCI de Son Espases en estado crítico. Tras ocho días de hospitalización, a Daniel le colocaron 28 grapas. Sufre problemas en el sacro, en varias vértebras y las secuelas serán de por vida. De hecho, le han seccionado varios nervios, vitales para el funcionamiento de los testículos y del ano.