«Tengo la sensación de que mi padre no se arrepiente. Cuando voy a prisión a verlo tengo esta duda. Sus explicaciones son banales, siempre me dice que no es culpable», apuntó la hija de Ioan Ciotau y Lucia Patrascu.
La mujer relató que cuando eran pequeños, en Rumanía, «mi padre a veces pegaba a mi madre… y a nosotros también».
Por su parte, el hijo del agresor declaró que estaba durmiendo cuando sus padres discutieron. Se despertó y salió de su habitación. «Vi a mi padre coger del cuello a mi madre y los separé. Pedí a mi madre que se marchara y se fue al balcón. Cuando mi padre entró en la cocina cerré la puerta, pero salió con un cuchillo en la mano y no conseguí pararlo. Fui corriendo a la calle a pedir ayuda». El joven comentó que se cruzó con Ciotau, manchado de sangre, y le preguntó por qué lo había hecho. «Ella debía morir», contestó el acusado.
La señora a la que cuidaba la víctima indicó que hacía cuatro años que trabajaba para ella. «Me contó que tenía miedo de su marido, le hablaba mal y un día llegó a arrojarle un cenicero». La testigo añadió que Patrascu le dijo que no se llevaba bien con él, que la llamaba puta y que una vez en Rumanía la amenazó con un cuchillo. La perjudicada denunció a su esposo ante la Guardia Civil cinco horas antes del crimen.
La Fiscalía pide 22 años de cárcel y 100.000 euros de indemnización para cada uno de sus dos hijos. La defensa del hombre solicita su absolución porque considera que sufría un trastorno mental transitorio la mañana que asestó seis puñaladas a Lucia Patrascu.
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Siempre alegan un transtorno mental transitorio o que no recuerdan nada. Es la misma historia cansina. Descansa en Paz, Lucía.