Peter Rudeger Oyntzen durante el juicio que se celebró en la Audiencia de Palma contra él.

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Katharina tenía 9 años y su hermano Mathías, 6. Su padre, el doctor alemán Peter Rudeger Oynzten, les prometió unas vacaciones inolvidables en Mallorca en 1996. El matrimonio se acababa de separar traumáticamente y el médico, enfermo de celos, tramó su atroz venganza en sa Coma. Les suministró un potente somnífero a cada hijo y después les inyectó aire en vena. Los dos murieron con una flor entre las manos, tendidos en la cama de su hotel. Esta es la trágica historia de un doble crimen que conmocionó a toda la Isla hace 26 años.

Rudeger era un facultativo brillante, obsesionado con la lectura. Y con su mujer, que en contra de su opinión, decidió divorciarse de él. La vida del doctor, de repente, cambió drásticamente y se obsesionó con vengarse de ella. Un juzgado le dio la custodia de los dos hijos a la madre, y el progenitor tomó la macabra decisión: Iba a matar a sus dos hijos, pero debía hacerlo lejos de Alemania.

Eligió España porque pensaba que las penas eran más bajas e ideó unas supuestas vacaciones con sus dos hijos. Un veraneo idílico en Mallorca, que emocionó a los pequeños. El lugar elegido fue un hotel de sa Coma, en Cala Millor, donde debían pasar unos días en familia los tres solos. Para la Guardia Civil quedó claro que cuando llegó a la Isla ya sabía lo que pasaría porque Rudeger viajó con sus enseres de doctor (inyecciones, agujas, catéteres...).

Los primeros días transcurrieron sin novedades: el padre salía a pasear con los dos hermanos y les compraba helados, por la calle. Iban a la playa y cenaban en el hotel. El monstruo germano, finalmente, ejecutó su macabro plan. Tras engañar a los niños, les suministró un potente sedante y los adormeció. Luego, les inyectó aire en las venas y acabó con sus vidas. Según su confesión, luego intentó suicidarse tres veces.

El primero intento lo ejecutó ese mismo día: se metió en la bañera del hotel, llena de agua, con la misma dosis que les había suministrado a Katharina y Mathias. Pensaba que se dormiría se y deslizaría dentro del agua, tras morir ahogado, pero su complexión no era como la de los hermanos pequeños y se despertó antes de hundirse. Salió a la calle, desesperado, y se dirigió a la playa. Se introdujo en el mar y trató que la corriente lo arrastrara, de nuevo sin suerte.

La última tentativa le llevó a Formentor. Cogió un bus con destino a Pollença y luego subió al mirador. Se asomó repetidamente al abismo, desde lo alto del risco, pero le faltaron fuerzas para saltar. O valentía. En esos momentos una empleada del hotel ya había descubierto los cuerpos sin vida de los niños: estaban sobre las camas de su habitación, perfectamente colocados. Con una rosa entre las manos.

La Guardia Civil montó uno de los mayores dispositivos de búsqueda que se recuerdan y la Policía Judicial de Manacor rastreó el paradero del doctor, que finalmente fue descubierto por una patrulla de la Policía Local de Pollença encaramado a unas rocas, desorientado y con heridas leves. Dos años después Rudeger fue juzgado en la Audiencia de Palma, por un jurado popular, que le condenó a 34 años de cárcel.

Se mantuvo altivo e incluso se permitió amenazar a un conocido facultativo isleño que le examinó, como perito judicial: «Antes de morir vendré a por ti». Pero nunca cumplió su amenaza. Primero ingresó en la cárcel de Palma vieja, que ahora está abandonada y repleta de okupas, y luego inauguró la nueva penitenciaría, también en la carretera de Sóller.

No se relacionaba con otros presos, solo con médicos como él, y en aquella época no había muchos entre rejas. Su obsesión era la lectura: devoraba libros a una velocidad vertiginosa. También pintaba, pero no era su fuerte. En 2011 consiguió que lo trasladaran a una prisión alemana, para cumplir allí el resto de su condena. Quería estar cerca de sus padres, que ya eran muy mayores.

Entró en régimen de tercer grado y al final solo iba a la cárcel a dormir. Sin embargo, no disfrutó mucho tiempo de su limitada libertad. Enfermó de cáncer y murió en 2016, convertido en el 'doctor muerte'. El monstruo que mató a sus dos hijos para martirizar a su mujer.