El Grupo de Homicidios de la Policía Nacional se hizo cargo de la investigación y detuvo a la sospechosa.

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El 6 de abril de 1994, un hombre llamado Juan Lozano Arjona, de 58 años, apareció muerto a golpes en su casa de la calle Medines, en el centro de Palma. En la escena del crimen se encontró un pendiente, un DNI y un NIF (la antigua tarjeta de identificación fiscal, ya en desuso). Los dos documentos pertenecían a sendas mujeres y aquella fue la pista clave para dar con la presunta homicida: Margarita Fraga Graña, una joven conocida como 'La Gallega'.

El número 2 de la calle Medines está ubicado cerca de La Lonja de Palma y el Puig de Sant Pere. En aquella época había marginados, atraídos por los bares nocturnos. También prostitutas y pequeños camellos, que vendían sustancias prohibidas. Los trapicheos y las broncas callejeras eran algo habitual. Juan Lozano era muy conocido en la zona. Era viudo. Se movía por la Plaza Atarazanas, era un vecino de los de siempre, con carácter afable. Vivía de su pensión, pero siempre iba trajeado. Le gustaba invitar en los bares.

Bebía en exceso, ya desde la mañana. Allí frecuentaba amistades poco recomendables. En un ambiente donde proliferaban las prostitutas. Aquel luminoso día de primavera, a las seis y media de la tarde, un vecino acudió a su casa, a visitarlo. Hacía días que no sabía nada de él y la puerta de la casa, en el número 2 de la calle Medines, estaba abierta. Algo no cuadraba. Dentro, halló el cadáver de Juan, con un hilo de sangre que le salía por la boca.

Su cuerpo presentaba algunos golpes, sobre todo en el rostro, pero no eran mortales de necesidad. Muy cerca, sobre la mesa, se descubrieron dos copas y unas cervezas. La víctima había estado acompañada esa última cena y el asesino (o asesina) podía ser el invitado. Cuando el forense examinó el cuerpo, descubrió en la escena un pendiente, un DNI y un NIF. El primero pertenecía a María Luisa Manzanet y el segundo a Margarita Fraga. Que se convierten, de golpe, en las principales sospechosas.

La acusada fue trasladada hasta la Jefatura de Policía de Palma, en la esquina con el Paseo Mallorca.

Al día siguiente, se practica la autopsia, que revela multitud de hematomas y contusiones en buena parte del cuerpo del difunto. En un primer momento no habían sido detectadas porque el hombre apareció vestido, pero en el examen forense quedó acreditado que había sufrido un aluvión de golpes. La causa de la muerte fue una hemorragia cerebral provocada por un traumatismo cráneo encefálico severo y todo apuntaba a que Juan Lozano, durante la agresión, había caído al suelo y allí había sido golpeado de forma repetida, especialmente en la cabeza.

Así pues, Lozano había perdido el conocimiento y había agonizado un tiempo, hasta morir. Tenía una úlcera y una cirrosis avanzada, de ahí que hubiera vomitado. Esa patología previa pudo acelerar el desenlace fatal. A partir de ese momento se acelera la búsqueda de María Luisa, que ofrecía favores sexuales y se relacionaba con alcohólicos de la zona. Finalmente, fue detenida. Reconoció que conocía a Lozano, pero negó cualquier relación con el crimen. Tenía, además, una sólida coartada. "Perdí mi DNI hace días en un bar", explicó para justificar la presencia de aquel documento en la escena del crimen. Los dueños del local confirmaron su versión y que Lozano se lo había llevado, para devolvérselo. En 1999 Manzaneque apareció muerta a golpes. El crimen nunca se esclareció.

Una de las sospechosas, pues, quedaba descartada. Ahora todo se centraba en Margarita Fraga, 'La Gallega'. Se convirtió en la mujer más buscada por el Grupo de Homicidios. Y se descubrió un detalle inquietante: había salido hacía poco de la prisión, donde ingresó por asaltos a ancianos y personas de edad. Era, pues, una mujer violenta. Todo empezaba a encajar en el puzzle policial. Se ofrecía a señores en la zona de Atarazanas y en ocasiones atacaba a sus clientes, según averiguó la policía.

El siguiente paso fue reconstruir sus pasos y, tras hablar con algunos camareros de bares, descubren que Juan Lozano, la noche del crimen, se había marchado acompañado de una joven "de acento gallego". Margarita, en efecto, era de aquella región. De forma paralela, un señor de avanzada edad acudió a la Jefatura y contó que una prostituta lo había intentado estrangular con un cinturón en la Plaza Atarazanas. La descripción coincidía con la de 'La Gallega'.

Quedaba claro, pues, que la mujer seguía merodeando La Lonja. Homicidios dejó claro que se trataba de una prioridad. Y los empresarios y camareros empezaron a colaborar, que a nadie le interesaba tener cada día a la policía merodeando por los locales. Un testigo de un bar de la calle Apuntadores fue quien facilitó la información clave: Margarita estaba en el local. Su detención fue inmediata. Los agentes respiraron aliviados: 'La Gallega' estaba fuera de control y habría podido matar de nuevo a algún anciano.

Los investigadores descubrieron que su carácter era muy irascible y llegaba a asfixiar a las víctimas, para robarles. Era corpulenta y sus víctimas no podían ofrecer resistencia. Margarita Fraga sostuvo, en cambio, que Lozano había intentado abusar sexualmente de ella. Se conocían desde hacía tiempo. Esa tarde quedaron para tomar unas copas y visitaron bares. Luego fueron al piso de la calle Medines. Allí ocurrió todo. Según ella, él la atacó con intenciones lascivas y ella se defendió.

Residía en un edificio abandonado, cerca de La Lonja, y allí la Policía halló el otro pendiente gemelo del que apareció en la casa de Medines y la zapatilla deportiva que dejó una huella en la escena del crimen. Ingresó en prisión, tras declarar ante el juez, y su coartada fue rechazada. Dos años después empezó el juicio en la Audiencia. La Fiscalía pedía 20 años para ella. Su defensa, en cambio, alegó legítima defensa y trastorno mental, así como consumo abusivo de alcohol.

'La Gallega' negó que se dedicara a la prostitución, pero el Grupo de Homicidios desmontó su coartada. No tenía golpes ni lesiones cuando fue examinada, tras el crimen. Además, había robado a la víctima, cuando agonizaba en el suelo de su piso de la calle Medines. Tenía un perfil psicopático, como quedó acreditado en el juicio. En mayo de ese año, fue condenada a 6 años de cárcel, por robo con homicidio. Una pena pequeña que causó cierta indignación en la época.