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Helmut Heinz era un jubilado alemán que en 1994 tenía 78 años. En noviembre llegó de vacaciones a Mallorca y poco después fue atacado con un palo y después mortalmente acuchillado. La versión oficial fue que le habían robado, pero en la investigación del Grupo de Homicidios aparecieron algunos datos que no cuadraban. ¿Por qué tanta violencia por un simple robo? Ahora, treinta años después, nadie sabe quién mató al veterano germano. Y, sobre todo, por qué. Esta es la crónica de un crimen que nunca fue esclarecido y sobre el que planearon muchas sombras.

El día 8 de noviembre, Helmut fue atacado en la playa de Palma, de noche, cerca de su hotel. Era poco antes de las 22.00 horas y el agresor -o agresores- le atacó con un palo, con el que le golpeó. Después, cuando quedó aturdido, le asestó una puñalada mortal. Su cuerpo apareció en la acera, con una gran mancha de sangre alrededor del cuello.

Varios testigos que vieron algo extraño avisaron al 091 y la Policía Nacional precintó la calle y un forense examinó el cuerpo sin vida del turista, que fue identificado como Helmut Heinz. La hipótesis oficial es que un delincuente, posiblemente un toxicómano en estado de desesperación, se había ensañado con él para robarle la cartera y después, amparado en las sombras, se había esfumado del lugar.

Sin embargo, el Grupo de Homicidios reparó en un detalle extraño: no era normal que un yonki se complicara tanto la vida para apoderarse de una simple cartera. Era como si el atacante, en realidad, decidiera acabar con la vida del alemán y simulara un robo. Durante semanas, los agentes se volcaron en el caso. La Jefatura palmesana, consciente de la publicidad negativa que se estaba generando en Alemania, donde algunos medios se quejaban de la inseguridad en Mallorca, realizó ímprobas gestiones, pero el asesino se evaporó, como un fantasma.

El caso, con los meses, perdió fuerza. Nadie había visto nada. Ni oído. Al final, años después, un juzgado de Palma archivó las diligencias. Y el crimen de Helmut Heinz se olvidó para siempre. Sólo una persona sabe qué ocurrió aquella noche del 8 de noviembre. Y, sobre todo, si fue un robo. O no.