Coloma Cruellas Verger tenía 70 años y era la ama de llaves del palacete de la calle San Felio.

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Hace sesenta años un espeluznante crimen horrorizó a los vecinos de Ciutat: Coloma Cruellas Verger, una anciana de 70 años, natural de Valldemossa, fue salvajemente asesinada y descuartizada en un palacete de la calle San Felio de Palma. Que curiosamente muchos años después se hizo popular porque lo adquirió el expresidente del Govern, Jaume Matas. Esta es la crónica de una enemistad entre un soldado que se ganaba la vida trabajando en la caldera de aquel caserón y la encargada de la casa, que le reprochaba su escasa entrega laboral.

Juan Bauzá Lambert, de 21 años y natural de Barcelona, era una soldado que llevaba un año en Mallorca. La poderosa familia Lacy lo había contratado en labores domésticas y a cambio le permitía pernoctar en un pequeño cuarto, en el semisótano del edificio de San Felio. Coloma era una mujer de carácter duro y administraba el palacete con mano de hierro. Dos caracteres contrapuestos que no tardaron en chocar.

La mujer había nacido en la finca de Sa Coma, en Valldemossa, pero llevaba treinta años ligada a la poderosa familia Lacy. En el caserón de Son Felio ejercía de ama de llaves y de compañía de la señora de la casa. El 9 de mayo, don Miguel Lacy sureda, el dueño del palacete, y su empleado Juan acudieron a la policía porque Coloma lleva desaparecida desde la tarde del día anterior. Nadie se lo explicaba, ya que era una mujer de rutinas, que nunca improvisa nada. El comisario abrió una investigación, pero inexplicablemente nunca registró el palacete de San Felio.

El palacete está ubicado en la calle San Felio de Palma.

En los días siguientes, el anciano don Miguel y el soldado visitaron las redacciones de los diarios locales, para que publicaran la fotografía de Coloma. Ultima Hora y el diario «Baleares», por ejemplo, se hicieron eco de la misteriosa desaparición y explicaron a sus lectores que la ama de llaves «salió de la casa de San Felio a las ocho menos cuarto de la tarde del día 8, para dirigirse a una clínica de la Rambla». Esa, sin embargo, era la versión que dio el soldado, para confundir. en realidad, Juan Bauzá la había matado esa tarde, cuando ella entró en su cuarto y lo encontró descansando en la cama. La anciana le gritó y el soldado, enloquecido, la estranguló.

Esa noche ocultó el cadáver bajo su cama y no pudo pegar ojo hasta que amaneció. Para entonces ya había decidido cómo deshacerse de ella: la despedazó con un hacha y fue introduciendo los restos en la caldera del palacete, que él hacía funcionar. Luego, tuvo que seguir fingiendo. A diario ayudaba al señor de la casa a buscar a Coloma, cuya cabeza había ocultado en una maleta. La presión psicológica, con todo, iba minando al soldado. De forma inexorable.

Cada día que pasaba era una tortura para él y finalmente, el miércoles 27 de mayo de 1964, se derrumbó. A las ocho y media de la mañana se presentó en el despacho del jefe de la Brigada Criminal de Policía, cerca de la calle Soledad, y confesó su autoría: «No pude contenerme, la cogí por el cuello», balbuceó. Los restos aún no quemados de Coloma fueron hallados en una maleta y un bidón de aceite, en la habitación del semisótano, cerca del zaguán. Dos años después, el soldado fue juzgado y condenado: "No sé qué me pasó, no pude contenerme".