El árbitro mallorquín Bartolomé Paredes Domingo desapareció en octubre de 1985. | Ultima Hora -

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Era un martes, 29 de octubre de 1985. Bartolomé Paredes Domingo, un prometedor árbitro de fútbol de la Tercera División, acudió a un entreno en el polideportivo de Sant Ferran, junto al cementerio de Palma. Nunca más se supo de él. Han pasado casi cuarenta año y la familia sigue convencida que fue víctima de una venganza por parte del marido de la que era su amante, una mujer casada. Esta es la crónica de un caso que fue seguido con gran interés por la sociedad de la época y que estalló, años después, cuando los padres insinuaron en televisión el nombre del sospechoso: otro árbitro mallorquín muy conocido.

Ese día, Tolo se despidió de sus padres, en la casa familiar de la calle Joan Crespí, y se dirigió al entreno, tal y como hacía dos o tres veces por semana. Aparcó su Volkswagen frente al polideportivo y se bajó con una maleta en la mano, donde llevaba la ropa para cambiarse. Desde ese momento, sin embargo, se le perdió la pista. Para siempre.

No volvió a casa y, por la noche, sus padres -Magdalena e Ignacio- se extrañaron mucho que no apareciera. Había roto con su novia, con la que había vivido en un piso, y llevaba una vida aparentemente normal. Era introvertido y su pasión era el fútbol. El último partido que arbitró fue el Murense-Mallorca Atlético, de la Tercera División.

Ignacio y Magdalena, los padres de 'Tolo', siempre denunciaron que había sido víctima del marido de su amante, una mujer casada.

Al día siguiente, los progenitores acudieron a la Jefatura palmesana, en el Paseo Mallorca, y presentaron una denuncia por desaparición. El coche de la víctima apareció correctamente aparcado junto al polideportivo de Sant Ferran, aunque un detalle llamó la atención de los investigadores: los compañeros que le esperaban para entrenar, a su llegada a las instalaciones, no vieron el coche, pero a la salida sí. Y Tolo nunca llegó a entrar en el recinto.

El cementerio de Palma, y sus alrededores, era por aquel entonces una zona conflictiva, por donde merodeaban drogadictos, delincuentes y fugados del hospital psiquiátrico. Los terrenos fueron peinados, pero no se obtuvo ni una pista del joven.

Al final, la madre comentó un detalle clave: su hijo mantenía una relación sentimental con una mujer casada, con la que hablaba a menudo por teléfono, y quince días antes de desaparecer le confesó que quería romper con ella porque el marido los había amenazado. Durante meses se apuraron todas las líneas de investigación, sin resultado alguno. Se revisaron las cuentas bancarias de Paredes y se confirmó que no había salido de la Isla, ni por aire ni por mar.

El terremoto mediático llegó en 1993, cuando la familia acudió al programa Quién sabe dónde, de Paco Lobatón, que batía récords de audiencia. Y desveló que el sospechoso de la desaparición era otro árbitro mallorquín que había estado en Primera División. Sólo había uno, así que todas las miradas se posaron en aquel profesional, que era muy conocido.

Sin embargo, nunca se pudo probar policialmente que tuvo relación con la desaparición de Bartolomé Paredes. A día de hoy, nadie sabe qué le pasó al joven y prometedor árbitro aquel 29 de octubre de 1985, cuando salió de casa con una maleta con ropa y nunca regresó.