Rafel Canyelles, en el almacén familiar que tiene en Inca y que regenta junto a su hermano Josep. | Redacción Part Forana

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En el Magatzem Canyelles uno puede encontrar casi de todo, desde fruta y verdura a plantas y plantones pasando por cereales, legumbres y frutos secos a granel además de algunas ‘reliquias' como los picarols, los collares de ovejas o las clásicas escobas de palmito. «La diversificación es la clave», explica el siempre optimista Rafel Canyelles. Junto con su hermano Josep Canyelles regenta Magatzem Canyelles, un negocio familiar que empezó su abuelo y que ha crecido y evolucionado con la ciudad que lo vio nacer: Inca. «Llevamos 22 años donde estamos ahora y yo tengo 40, antes estábamos en la calle del Àngel, frente a Correos. Recuerdo estar allí cuando era un niño», explica Rafel Canyelles.

Recuerda que sus abuelos Sebastiana y Rafel «empezaron recogiendo algarrobas y almendras en las possessions» y cómo sus padres José y Maria Rosa (propietaria actual) «vieron las posibilidades de comprar y vender productos del campo» montando su primer colmado. «También hacíamos harina y de hecho nos decían de Cas Fariner. En el almacén aún tenemos la máquina. Una cosa lleva a la otra ya que tenían la harina empezaron con la cebada, luego los piensos...», explica. Igual que lo hicieron sus abuelos y sus padres él y su hermano no han dejado de innovar y siguen diversificando.

Esta semana no dejaba de sonar su teléfono. A medida que van desapareciendo las trencadores de ametles de Mallorca crece la demanda y Rafel ha sabido ver la oportunidad. «Hace cinco o seis años cerró una trencadora de ametles que había en Llucmajor. Los propietarios se retiraban y me la ofrecieron», explica. Hace tres años tuvo la oportunidad también de hacerse con una prensadora de lana. «Que yo sepa somos los únicos y es muy importante, más con los problemas que ha habido con la lana este año, porque la lana hay que prensarla muy bien para que el envío a la Península salga rentable».

El 99 % de la clientela del almacén son payeses. «Aunque también el cliente ha evolucionado mucho. Antes el 100 % vivía exclusivamente del campo y hoy tenemos mucha gente que cultiva para consumo propio y nos vende su excedente o llegamos a acuerdos de trueque. Cada vez hay más gente que tiene la finca y se dedica por hobby el fin de semana», añade. Esos trueques y compraventas sirven una vez más para diversificar el negocio, un negocio que se adelantó a la moda del ‘no más envases' pues siempre ha vendido sus productos a granel. «Para nosotros no es una moda, es algo natural porque siempre lo hemos hecho así», dice Canyelles. Sobre el futuro del sector Rafel se muestra optimista. «Sí. Hay que echar muchas horas y no es que te hagas millonario, pero para mí más que un trabajo es un hábito porque es lo que he vivido siempre. El dinero va y viene, mientras baste para comer y tener algún hobby, yo no necesito más», concluye.