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Hasta los tiempos de nuestros abuelos, la gente no iba corriendo al médico al primer dolorcito de garganta o barriga. Antes de la Seguridad Social, los médicos estaban fuera del alcance de la mayoría excepto para asuntos muy serios. Pero para todo lo demás había soluciones caseras, tratamientos de nuestros abuelos que pasaban de boca en boca durante generaciones. En mi casa, un simple resfriado tenía una solución más que fácil: una bebida de whisky, zumo de limón, miel y agua hirviendo. Se bebía en la misma cama, se tapaba con mantas y edredón y a dormir. La mañana siguiente, uno había dicho adiós al resfriado. Es una solución que yo todavía empleo y siempre me levanto dispuesto para conquistar el mundo.

Pensaba en todo esto el otro día cuando estaba viendo cómo mi sobrina hacia una salsa de arándanos para la comida de Navidad. Esta pequeña tarea adelantada era especialmente interesante para mí porque fue la primera vez que había visto un arándano fresco. Hasta entonces solo lo había conocido en su forma de fruto seco: pequeño y arrugado como una uva pasa. Pero un arándano es de tamaño de una aceituna grande, liso y de colores rojizos. Es nativo de América del Norte y la cosecha se hace entre setiembre y noviembre, justo a tiempo para la salsa tradicional de Navidad. Y ahí está el quid de la cuestión: en tiempos pasados empleábamos los productos del campo cuando estaban en su mejor momento para nuestra salud. No teníamos dinero para médicos, pero comíamos más saludable. Es un hecho histórico que en Inglaterra, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando todo estaba racionado, el pueblo tenía menos enfermedades que hoy en día, cuando hay comida en una abundancia desconocida hasta ahora.

Una ventaja que tenemos, asimismo, es que la inmensa mayoría estamos mejor informados que nuestros abuelos sobre el contenido vitamínico y mineral de las frutas y las verduras. Somos conscientes, por ejemplo, de que los arándanos son uno de los frutos ‘súper’ y que tenemos que comerlos como sea: en bebidas o secos. Nos protegen de infecciones urinarias, reducen inflamaciones, mantienen el sistema digestivo, pueden mejorar la salud de nuestro corazón y prevenir algunos tipos de cáncer. Siendo así, a tomar arándanos. Mientras tanto, estoy algo resfriado pero no pienso ir al médico. Beberé un whisky, zumo de limón, miel y agua hirviendo y a dormir, para levantarme mañana dispuesto a conquistar el mundo.