Elaborada y detallista cocina.

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Daica es el acrónimo de David (Ribas) y Cati (Pieras), y el nombre que esta pareja eligió hace más de una década para su restaurante y hotel de interior en la pequeña localidad de Llubí. Ella, natural de Inca, y él, catalán del Ampurdán, habían acumulado experiencia en los fogones y la sala de restaurantes de renombre. Cati, junto a Carme Ruscalleda en Sant Pau, Freixa, Berasategui, Can Jubany, Jean Luc Figueres, Espai Sucre o en Es Vi de Son Vida.

La evolución natural era de montar su propio negocio, para lo que adquirieron en 2012 un inmueble necesitado de restauración en el centro del acogedor pueblo del Pla mallorquín. Lo reformaron, convirtiéndolo en pequeño hotel de interior conformando este proyecto personal en el que la estrella son las creaciones de Pieras, apoyada por David y su eficiente equipo. No es extraño que desde hace años, Daica sea una de las opciones indispensables en la gastronomía de la Part Forana, con una cocina muy personal, elegante y detallista, basada en buenos productos de la zona elegidos según el momento del año. Han simplificado las opciones para perfeccionar su oferta y presentársela muy elaborada al comensal. No hay posibilidad de elegir a la carta, sino que basan su propuesta en dos menús, uno de temporada de seis platos (55€) y otro más amplio, de diez (80€), que reflejan bien lo que le gusta a esta joven pero experimentada cocinera.

El de temporada lo va modificando periódicamente, en tanto que el largo lo mantienen durante más tiempo. A pesar de estar en el medio de la Isla, tiene habitualmente completo su aforo y es necesario reservar con bastante antelación. Los menús suponen un recorrido gastronómico por tierra y mar, más o menos amplio en función de la elección. Interesante aperitivo de almendras tostadas con pimentón y aceitunas negras junto a un consistente pan ecológico y aceite de picual y arbequina de Solivellas. Iniciamos el de temporada con coca de xeixa ecológica y una mousse de pimientos rojos asados, muy bien presentada, seguido por un puerro confitado con huevo de gallina hervido en soja, semisólido, de espléndida untuosidad y particular sabor gracias a la salmuera y al praliné de piñones.

Después pasamos al producto del mar. El pescado elegido era albacora (bonito), con una atractiva y original salsa de gin Xoriguer, citronella, pimiento de cireret, flores y picadillo de calabacín, sorprendente por lo diferente. La tierra y el campo estaban representados por una berenjena en conserva, sobrasada con miel, miso y mejorana, que podría haber sido perfectamente un postre por su toque dulce. Delicioso y, probablemente, mejor incluso con algo menos de sobrasada.
Y atractivo el solomillo de cerdo negro a la brasa envinagrado con alcaparras, rabanitos e higos, y con un ligero cerco de hummus. Cantidades adecuadas para que el almuerzo no se convirtiera en excesivamente pesado.

De postre, melocotón cremoso de cardamomo sobre crème brulée de natillas, jengibre y menta de manzana, al que David Ribas esparció una ligera nube de ron Suau con spray que le dio un toque especial, y petits fours de chocolate puro y crepe. Buena y amplia carta de vinos, bien de precio.
El comedor principal, con profusión de piedra y tonos cálidos, crea un ambiente atractivo, al igual que el pequeño patio interior con pozo. La otra sala es más fría ambientalmente. Estupendo restaurante, con muy buen servicio y elaborada y detallista cocina de Cati Pieras, mejor chef de Balears en 2018 (periodistas gastronómicos), con sol de Repsol y recomendación de Michelin.