«Es necesario comer para vivir y no vivir para comer –decía Valeria a Harpagon– y quiso saber, éste, quien había elaborado tal frase, de modo que Valeria le contestó no saberlo. Explicó, entonces, Harpagon que le gustaría grabar en letras de oro, sobre la chimenea de su sala, la famosa frase. A ella le pareció oportuno aceptar aquella idea mientras proponía a Harpagon preparar una buena cena. Aceptó éste de buen grado, indicando a la vez que tendrían que tratarse de platos poco frecuentes y que sacian al comensal más exigente, es decir, algún guiso bien grasiento, de pecho de cordero, con sus patatas y sus nabos, con algún pastel en tarro bien guarnecido de castañas...».
Molière, la mesa del avaro y un ragú de cordero
Su obra se caracteriza por el estudio de los personajes más que por la acción que desarrolla
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