Gran selección de pescados en Hoyo 10, un restaurante dirigido por los hermanos Salvador.

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En el logo aparece la corona y el nombre que todavía equivoca a quienes no son asiduos. Pero Hoyo 10, el restaurante de discreta fachada en la zona del Portitxol, ha mantenido la denominación que le dieron los hermanos Martínez –cuyo nombre aparece en el logo– cuando sentaron sus reales en el Golf de Bendinat, y de ahí el nombre de Hoyo 10. Allí estuvieron 17 años hasta que los socios decidieron hacerse cargo del negocio de restauración del club. Los hermanos Salvador, que atiende las mesas y mantiene un estrecho contacto con sus clientes de antaño, y José, en la cocina, se instalaron en la zona del Portitxol, en un local modesto, pero de muy buena ubicación, en el que han consolidado una clientela de habituales atraídos por su comida casera, de calidad, elaborada siempre de manera muy regular, en la que alternan guisos de carne, buen pescado –en muchos casos suministrado por su buena red de proveedores trenzada a lo largo de los años–, y los magníficos arroces que les han dado fama. Desde paellas –ciega, de marisco, mixta de bacalao y verduras–, al arroz a la marinera, o los platos que preparan por encargo, como la caldereta de bogavante y de langosta, la porcella al horno o unas poco habituales perdices a la manchega.

Los hermanos Martínez, con muchos años de experiencia a sus espaldas, ofrecen en su restaurante una cocina tradicional, con buena materia prima, buscada por una clientela que aprecia sus platos consistentes y caseros y, además, con un precio excelente. Siempre tienen disponibles guisos, incluso en los meses veraniegos, en los que brillan con luz propia su excelente rabo de toro, el estofado de novillo, carrillera ibérica y el cordero lechal, tanto asado como en chuletitas. Notable selección de entrantes, a los que han logrado dar el punto perfecto después de tantos años.

En nuestro almuerzos –dos en menos de un mes–, estaban impecables las raolas de chanquetes (11€) y un frito de pescado –más bien un guiso–, espectacular gracias a su deliciosa salsa (16€). Para los amantes del pescado, lo ideal aquí es dejarse guiar por las recomendaciones de Salvador, que muestra en bandeja el pescado que les ha llegado ese día para que el comensal elija según gustos y tamaño. Todos suelen ser muy frescos y apropiados para tomar a la plancha, a los que su hermano José apenas añade aceite, sal y un buen dominio de tiempos y temperaturas. Nosotros –éramos tres– seguimos el consejo de compartir un mero gitano, no demasiado grande, complementado con un escorbai (de la familia de la corvina) sabrosísimo, propio de la época primaveral en que les visitamos, y unos lomos de atún rojo (72€ par los tres). Una verdadera sinfonía de texturas y sabores, a los que acompañaron magníficamente unas verduras plancha -espárragos verdes, berenjenas, calabacín, setas–, y cebolla frita.

Delicioso, especialmente cuando los pescados mantenían todavía la temperatura de plancha, dejándonos la sensación de que estábamos disfrutando de unos manjares cada vez más difíciles de encontrar. Y en el segundo de mis almuerzos, uno de los comensales –habitual de Hoyo 10 desde hace muchos años– tomó uno de sus platos estrella: perdiz escabechada, que les traen de Albacete, perfectamente macerada, abundante de pimienta, y tan sabrosa como en ocasiones anteriores (21€).
Como fin de almuerzo, una rica y lograda mousse de higos con chocolate, un muy fino puding de ensaimada y un tradicional gató con helado. Regamos nuestros almuerzos con un ligero y frutal albariño (23€), y en la segunda visita, un albillo con algo de barrica (Clunia, Castilla-León), muy adecuado para el escabechado de la perdiz. Restaurante de los que cada vez van quedando menos, con gran producto, magnífico trato próximo a los clientes, y una estupenda relación calidad precio.