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Hay lugares que impresionan por ser capaces de conseguir, en una cocina mínima, resultados casi mágicos. Canamunt, en las proximidades del mercado del Olivar, es un reducido espacio gastronómico, oficialmente un café, pero que en la práctica es mucho más. Es, de entrada, uno de los mejores lugares para disfrutar de llonguets, esos bocadillos tan sabrosos típicos de Mallorca, acompañados de notable cantidad de ingredientes. El local es pequeño pero acogedor y tiene en sus mesitas en la calle su principal atractivo. Allí todo es simple, austero. Servilletas de papel, sin manteles, platos como los antiguos de porcelana, modesta cubertería… Pero siempre con detalles que se agradecen, como una bonita flor fresca en cada una de las mesas que alegran el disfrute de cualquiera de sus elaborados llonguets, de los mejores que he probado en Palma. Todo, obra del conocimiento y dedicación de una joven pareja, Adela Peraita atendiendo las comandas y Alfonso Delgado en la minicocina, de la que salen resultados verdaderamente reseñables. Llonguets de primera y cremas, quiches y platos de cuchara –condicionados por las posibilidades limitadas del local– realmente sorprendentes y deliciosos.

Vayamos a los llonguets. De mis varias visitas, siempre me han encantado los de pastrami, pepinillos, salsa de mostaza, canónigos y tomate. Un placer para el paladar. Y el de panceta ahumada con queso mahonés y tomatitos en rodajas. Sabroso. Y en las últimas veces que me he dejado caer por allí, espléndido el de entraña a la plancha con ají amarillo, huevo frito y cilantro. O los ‘locales’ de sobrasada flambeada con queso de cabra y miel, y el de camaiot con queso brie.

Hay otros interesantes que maridan lo autóctono con salsas orientales, como el de hebras de cerdo asado aliñadas con salsa kimchi y togarashi. Y espectacular y sorprendente el de oreja de cerdo con salsa yakitori, sésamo, jengibre y hierbabuena.

Siempre atractivos el de buena anchoa, aguacate y queso mahonés, y el de pesto de tomates secos, queso de cabra , aguacate y sésamo, idóneo para vegetarianos, igual que la tostada en pan de espelta de tartar de salmón, aguacate, alga nori y lima, fresco y suave (13€).

A medio día encontramos con platos más elaborados, de cuidada variedad de registros casi milagrosa por las posibilidades del local, y que dice mucho de la sapiencia de Alfon, el cocinero, nacido en Argentina. He disfrutado de unas deliciosas cremas de coliflor, leche de coco y curry verde thai, y de guisantes con hierbabuena de sabor intenso y único (8,5€). Y de unos difíciles de olvidar canelones con brossat y espinacas, magníficamente ligados con salsa de gorgonzola y nueces (11€), tan atractivos como los de espinacas y ricota y el de carrillera de ternera con bechamel, alioli de ajo negro y trufa y avellanas (14€) que ya había tomado anteriormente. En mi última visita sólo les quedaba una ración de canelones con brossat y espinacas, y fue una suerte que no la pidiera la joven que había llegado poco antes que yo. Atractivas también sus delicadas quiches, como la de calabacín y requesón, o la de espinacas, gambas y ensalada.

En época de frío han tenido periódicamente en su oferta platos de cuchara, como el cocido de garbanzos, espinacas y bacalao, y de vez en cuando sorprenden con mollejas de ternera a la plancha.

El pan y la bollería son del Forn de la Gloria, de buena calidad. Todos los llonguets pueden tomarse enteros o en medias raciones, con precios que oscilan entre 11€ y 9,5€, aunque algunos, como el de entraña a la plancha, sube a 18,5€ (13€ la mitad).

Corta pero cuidada carta de vinos, muchos de ellos naturales y bio (de Cati Ribot, Ca’n Majoral, Soca-Rel), gorgollasa y escursac, y algún agradable rosado francés de Cotes de Provence a buen precio (4,5€ la copa, 23€ la botella).

Interesante la mousse de chocolate sobre galleta de avena, pistacho y aceite de oliva que tomé de postre (6€).

Lugar acogedor y único, sin pretensiones ni sofisticaciones, para disfrutar de esta cocina en miniatura tan bien elaborada y sorprenderte.