Así se desprende de un estudio liderado por el Instituto de Investigación Sanitaria INCLIVA, del Hospital de Valencia, y el Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Cardiovasculares (CIBERCV), en colaboración con el Hospital Universitario Vall d´Hebron, el Hospital Clínic de Barcelona y la Universitat Politècnica de València (UPV).
El infarto agudo de miocardio consiste en una oclusión brusca de una arteria coronaria y es una patología con elevada incidencia en los países occidentales; alrededor de la mitad de los pacientes presentan zonas del miocardio con una disminución del flujo de sangre los días posteriores, persistiendo en un 5 % de ellos con posterioridad. De acuerdo con la investigación, en la que han participado 471 pacientes diagnosticados con infarto agudo de miocardio y que ha sido publicada en «JACC Cardiovascular Imaging», esta falta de aporte de sangre en zonas infartadas se asocia con una reducción de la función cardiaca a largo plazo.
Lo que demuestra, según los investigadores, que, a pesar de que se han hecho grandes avances en los últimos años, es necesario buscar opciones terapéuticas que ayuden a conseguir, tras el infarto, una llegada completa del flujo sanguíneo al miocardio.
Para llegar a esta conclusión, a todos los participantes se les realizaron dos pruebas de resonancia magnética cardiaca para evaluar la estructura y función miocárdica durante las semanas posteriores al evento cardiovascular. Después, en un laboratorio central de la Universitat Politècnica de València se analizaron los estudios de imagen para realizar una cuantificación homogénea de los principales índices de daño cardiaco y se hizo una recogida sistemática de los principales índices clínicos y de imagen cardiaca de estos pacientes.
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