Luis Aragonés obliga a Nené a abandonar el terreno de juego después de que el brasileño fuera expulsado. Foto: MONSERRAT

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Era el día de Finidi, que volvía. También el de Etoo, que no estaba. El de Lotina, que no tenía margen. Incluso el de Bruggink, que llevaba algún tiempo en el anonimato. Pero acabó siendo el de Megía Dávila, uno de esos colegiados sin criterio que circulan por el fútbol español esparciendo confusión y caos. Su esperpéntico arbitraje dio con los huesos del Mallorca en el suelo, y con el Celta, agraviado en el primer tiempo, sacando pecho. Los de Luis, al margen de cualquier error de Megía, nunca estuvieron conectados (2-4). Lotina pobló el círculo central porque sabía que el Mallorca no anda sobrado de talento, y trató de rajar el partido por ahí. Metió a Vagner muy cerca de José Ignacio y Luccin, con Gustavo López y Jesuli por las orillas, y el Celta tuvo un buen aspecto de inicio. Si se trataba de gobernar la cita desde el arranque, nada mejor que hacerlo con la pelota, y ese argumento fue bueno hasta el 1-0. En apenas nueve minutos el grupo gallego ya había visitado el área del Mallorca en un par de ocasiones -un tiro de Luccin que repelió el poste tras golpear en Niño y una zancada de Gustavo López que acabó en los guantes de Leo Franco-, y la sensación era de que los celestes se sentían más cómodos. Con todo, el Celta de este año parece más blando en ataque, a pesar de su acicalado trato de balón. Milosevic es algo torpón y lento para encontrar vías de acceso a la portería rival, y a Gustavo le falta pegada. Y en esas, el equipo de Aragonés le dio una bofetada a la primera que pudo. Fue tras una pelota rebotada que le cayó a Bruggink; el holandés hizo una maniobra de aproximación y lanzó un disparo más bien flojo, pero que la rodilla de Berizzo convirtió en venenoso (minuto 12). Los isleños cobraban ventaja justo cuando la grada empezaba a irritarse, cansada del monólogo que ofrecía el conjunto de Vigo.

El Celta, acostumbrado a convivir con la mala suerte, se rearmó pronto. Apenas le dio tiempo al Mallorca a digerir el gol, a construir se el futuro, y en otro acelerón desde la izquierda llegó el empate; Silvinho arrancó sin oposición, le metió la bola a Jesuli que llegaba desde el otro flanco, el sevillano dejó atrás y el remate de Milosevic lo sacaron desde la misma línea de gol una maraña de piernas. El balón le llegó a José Ignacio, que sacó un derechazo que acabó en la red tras rozar en Vagner (minuto 19). A partir de entonces todo volvió al origen, porque el Mallorca se quedó sin el cuero y el Celta se adueñó nuevamente de la cita. Todo lo que hacía José Ignacio tenía sentido, y la verticalidad de Jesuli hacía mucho daño. Los centrales escupían un balón tras otro, pero siempre caían en el pie de José Ignacio, que lo movía de izquierda a derecha. Los rojillos apenas tenían nada que echarse a la boca, acaso alguna irrupción de Raúl Martín por la derecha o la movilidad de Nené por el otro lado. Bruggink no tenía suministro, y Correa andaba perdido.

Con todo, el Mallorca estaba subsistiendo con poco, muy poco, y eso era una buena señal. Además, como el Celta es un catálogo de malas noticias en cualquier momento se podía anunciar el segundo gol bermellón. Y llegó antes del descanso, justo cuando Raúl Martín se cosió la pelota a la bota y llegó hasta la ubicación de Silvinho. Una vez allí -en el área grande- se dejó caer, pero Megía Dávila consideró la acción punible. Bruggink ejecutó el penalti y el Mallorca se marchó al descanso con una ventaja que le parecía increíble. Sobre todo, por lo que había expuesto en ataque. El Mallorca apareció por el segundo tiempo dispuesto a meter el partido en la nevera, a la espera de encontrarse con algún error del Celta que acabara por sentenciarlo. Aragonés metió pronto a Nagore para ganar en posesión e incluso Leo Franco vio la cartulina por perder tiempo de forma reiterada. Con el encuentro anestesiado, apareció Finidi. La entrada del nigeriano tuvo un efecto reparador en el equipo balear, que se sintió con fuerzas para dar un paso al frente. Empezó a combinar, a tocar con velocidad y sentido, y a buscar a Nené, que se manejó bien por la izquierda a la mínima que pudo entrar en contacto con el balón. Finidi se incrustó en la media punta, asociado con Bruggink y muy pendiente de enganchar con Colsa, que volvió a estar desconectado.