Nadal, junto a Puerta, su rival de hoy en la final de Rolan Garros. Foto: ANDREU DALMAU/EFE
Amador Pons/Fernando Fernández
Ha soñado tantas veces que levantaba la Copa de los Mosqueteros,
que a Rafael Nadal apenas le sorprende lo que le está sucediendo.
Pese a afrontar su primera final de Grand Slam, el partido más
importante de su carrera deportiva, el tenista mallorquín se
muestra tranquilo. Llega a la lucha por el título después de sumar
23 victorias consecutivas, de haberse ganado el calificativo de
mejor jugador del mundo sobre tierra batida. Sólo le queda superar
un último escollo: Mariano Puerta. Rafael Nadal tiene una cita hoy
a las tres de la tarde en la pista Philippe Chatrier, la central
del complejo Roland Garros. Siete años después de que Carlos Moyà
se convirtiera en el rey de la tierra, el jugador manacorí puede
tomar el relevo. Lleva tres meses demostrando que no hay ningún
jugador que pueda doblegar en una pista de arcilla. Su racha es
sencillamente impresionante y ahora que sólo le falta un paso para
culminar una trayectoria (Montecarlo, Barcelona y Roma) sólo al
alcance de un monstruo como Thomas Muster, el único que ha
conseguido completar esta selecta colección de trofeos, hace justo
una década. No va a resultar nada fácil. Mariano Puerta está
irritado, motivado. Todos hablan de su rival y le han ninguneado.
El argentino quiere dar la campanada ante el que se ha convertido
en una pesadilla para sus compatriotas y él mismo. Puerta sólo
logró vencer en uno de sus tres cara a cara con Nadal y el último
precedente (Acapulco 2005) habla de un triunfo incontestable del
tenista balear (6-4 y 6-1). Las estadísticas hablan de un paseo
para Rafael. No en vano, no sabe lo que es perder ante un tenista
zurdo -y Puerta lo es- desde hace dos años. Precisamente, la de
2005 será la novena entrega de una final de un Grand Slam, y la
primera en la dilatada vida de Roland Garros, con dos zurdos en la
central. ¿Casualidad?
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