El Mallorca anunciaba a mediados de semana que Luis García se
marchaba al Espanyol. Como si tal cosa, como si de un traspaso
corriente se tratara. Lo hacía sin conocer si Fröde Johnsen iba a
lograr convencer a los gestores del Rosenborg para que le abrieran
la puerta. El club traspasaba gol, una de las artes más preciadas
en este deporte. Cúper tuvo que abrir el catálogo y buscar en el
vestuario un delantero centro postizo, pero lo único que encontró
fue a Tuni. Despojado de su condición de ariete desde que dejó de
tener acné, el de Sóller fue el recurso para diseñar un equipo
acicalado que le echara un pulso al Depor. Pero el Mallorca se
encontró con un partido áspero, duro de digerir, con escasas
motivaciones para el ataque. El choque iba a vivir de las escasas
ocasiones que se iban a generar y ahí el Mallorca estaba huérfano.
¿Dónde estaba el delantero centro?
Un escorzo forzado de Ballesteros a servicio de Okubo allá por
el minuto 32 resultó ser la mejor opción del Mallorca en el primer
acto. Curiosamente, la tuvo que gestar un defensa central. El grupo
de Cúper acusó desde el inicio sus limitaciones arriba, amputado
por las bandas y sin criterio en el centro, por el que Duscher fue
un ciclón. No hubo noticias de Campano y Peralta apenas lanzó un
par de carreras que siempre se estrellaron en las piernas de Manuel
Pablo. Farinós no entraba en contacto con la pelota y Pereyra iba
amontonando un error tras otro. En esas, el Mallorca se limitó a
refugiarse en el círculo central y confiar toda su ofensiva a las
zancadas de Okubo, siempre en movimiento. Pero los quiebros
atrevidos del nipón morían en las bandas, como si supiera que el
área iba a estar vacía.
El Deportivo, un equipo que ha ido perdiendo rango con los años
y que acostumbra a no tener el gobierno del partido, se vio con una
primera parte plácida, casi llana. No le hizo falta ni encomendarse
a las carreras de Iván Carril, ni al sentido común de Sergio. Le
bastó con un juego directo, ramplón, de perfil bajo. Patada arriba
de Molina y trabajo de los puntas, que siempre encontraban premio.
El balón no discurría por el centro del campo -Valerón era
suplente-, y ni falta que la hacía al Deportivo, que se llevó todo
el botín del primer tiempo. Rubén dispuso un centro desde la
izquierda, Pereyra se enredó en el despeje y Juanma, que pasaba por
el área chica, empujó a la red (minuto 17).
Sestear
El Depor marcó y se echó a dormir, atendiendo a la falta de
respuesta del Mallorca. El conjunto balear no encontró tras el gol
la manera de apropiarse del cuero y los foráneos se sentían cómodos
afincados en su mínima ventaja, que pudieron ampliar luego de un
remate de cabeza de Andrade que se estrelló en el larguero (minuto
41). El Mallorca vivió durante algunas fases de Tuni, animoso
durante toda la tarde. El de Sóller estuvo cerca del gol al cuarto
de hora, a la salida de un córner, pero se encontró con las
manoplas de Molina. Fue el único momento de luz dentro de unos 45
minutos densos y casposos.
Mejoró el Mallorca tras el descanso, aunque lo hizo a arreones,
de forma intermitente. Cortés encontró un pasillo por la derecha y
Navarro dio un paso al frente al otro lado, pero los puntas seguían
sin alimento. Caparrós iba quitando a todos los delanteros que
tenía y el Mallorca pudo empatar; primero con un remate sesgado de
Cortés que repelió Molina (minuto 50) y luego con un remate de
cabeza de Pereyra que el portero sacó de forma acrobática (minuto
66). Los rojillos creyeron entonces en la igualada y Farinós pudo
lograrla tras una acción individual de Tuni poco después (minuto
67). Pero resultaron ser fuegos de artificio, porque el Deportivo
aguantó el golpe. Valerón apareció para anestesiar la cita,
mientras Cúper recurría a Borja y Toni Muñoz en busca de algo que
le reportara dividendos. Pero tampoco. Sólo un disparo cruzado de
Rafita. El partido ya era de Valerón, que se lo acomodó entre las
botas hasta que Rubinos pitó. La grada marchaba resignada, esta
historia ya la conoce.
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