Ayer, el panorama era diferente. Sólo valía ganar y el que lo hiciera se llevaba el pasaporte para los octavos de final. Y pese a que los checos no supieron meterse en el choque hasta bien entrado el segundo cuarto, se encargaron de demostrar que son una potencia emergente y tienen muchas cosas que decir.
Okur fue quien catapultó a Turquía hacia una primera máxima alarmante para los centroeuropeos. Un 0-7 de salida era el anticipo de una dinámica basada en la misma anarquía de las dos anteriores jornadas, pero en un acierto máximo. Entre Okur y Arslan se encargaron de dar forma al 2-15 que sonrojaba a los hombres de Hummel, que añoraron a los Barton, Welsch y compañía, atrapados por la intensidad turca, que se convirtió en ansiedad con el paso de los minutos. Y es que la República Checa dijo basta en el ecuador del primer parcial, cuando Sokolovsky y Barton firmaron seis puntos de manera consecutiva que dejaron el 11-20 en el electrónico del Palma Arena. Eran momentos de inspiración para Turquía, que tocaba techo tras dos triples de Turkoglu y Kutluay (15-28) para cerrar el primer tramo del choque.
Fue entonces cuando la calidad de las figuras checas emergió, dando vitalidad al encuentro. Okur, Turkoglu y Kutluay asumieron el mando en el bando turco para mantener las distancias, pero costaba despegarse de una República Checa que llegaba con opciones casi intactas al descanso (31-46). El equilibrio que se anticipaba minutos antes llegó cuando los checos de pusieron a diez (49-59). Un Barton excepcional se dedicó a meter de lleno en el partido a los suyos. Secundado por Benda, un pívot que dio muchos dolores de cabeza a los interiores turcos.
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