RUSIA (11+20+15+14): Holden (8), Samoylenko (-), Khryapa (7), Kirilenko (17), Savrasenko (10) -cinco inicial-, Pashutin (3), Padius (-), Monia (3), Ponkhrasov (8) y Morgunov (4).
Àrbitros: Zavlanos (GRE), Belosovic (GRE) y Sotulovic (MNE). Excluyeron por personales a Khryapa (m.36).
Jorge Muñoa|MADRID
Una cesta de John Robert Holden, el base nacionalizado por orden del gobierno de Rusia para defender los colores de la selección rusa hace un año, devolvió el favor a su país de adopción con la cesta que decidió el título del Europeo 2007 ante España, derrotada a dos segundos del final tras una noche de desesperante desacierto en el tiro.
Las finales enardecen a la selección de José Vicente Hernández, pero la medalla se le escapó entre los dedos. Es la sexta vez en la historia. La noche anterior se había roto la cara contra Grecia en una constatación de que es un equipo en todo el sentido de la palabra. Para disfrutar y para saber sufrir. Grecia le retó en el barro y se arrojó al suelo. Rusia en la angustia y otra vez lo puso todo. Pero, como reza el tópico futbolístico, la bola no quiso entrar. La que lanzó Holden hizo diana.
Pocas selecciones habrían osado apostar por superar a esta España así, desde su misma filosofía. Un dato que habla muy bien de David Blatt y sus hombres. Querían jugar al baloncesto. De eso se trataba, de saber cuál es el mejor equipo del continente en este deporte. España ya lo es del mundo. Rusia de Europa.
La puesta en escena de los «golden boys» rebasó a Rusia por los cuatro costados. Recuperaciones en defensa, tapones, contragolpes, triples. Un vendaval que, a los cuatro minutos, ya sacaba ocho puntos a los ex soviéticos y, a los siete, había cargado al ala-pívot de los Utah Jazz Andrei Kirilenko con la segunda falta. Ni por esas flaquearon. El cuadro español luchó, luchó y luchó, pero sin acierto. Sin fortuna. Lo cual no quita un ápice de mérito al campeón.
La arrancada local prometía. Marc Gasol fijó la primera brecha de diez tantos desde la línea de personal (16-6). Para entonces, Pepu Hernández daba aire en el banco a Pau Gasol y a unos cuantos titulares más. Rusia aún esperaba que el base nacionalizado John Robert Holden, motor del equipo, funcionara, aunque conservaba la entereza porque creía en lo que podía ofrecer. España y Rusia, pasada la tromba local del inicio, llegaron a un plano de estabilidad. Ambos equipos trabajaban a destajo delante de su propio aro y sufrían para perforar el aro. Los rusos, después de descolgarse a doce puntos (25-13), destaparon una grieta dentro de la zona española por medio de Serguei Savrasenko (0-6 y 25-19 m.15).
Los de Pepu ni pestañearon. Volcaron el juego al exterior de la canasta rusa. Sobre ese terreno, José Manuel Calderón, Carlos Jiménez y Pau Gasol resolvieron tres posesiones con triples (34-25 m.18). Todo bajo control español, pero las amenazas rusas, empezando por la presencia de Kirilenko en la cancha pese a sus dos personales, palpitaban.
Rusia, por el contrario, había embocado once de los diecinueve tiros de dos de sus jugadores. España mandaba en el descanso gracias a un siete de catorce en triples, la distancia que traicionaba la competitiva propuesta del equipo rival (1/9). Lo cierto es que, tras veinte minutos, quedaba mucho por delante para todos (34-31).
El estreno del tercer periodo supuso una mala noticia para el equipo de Kirilenko. El jugador de Utah cometió la tercera cuando no habían transcurrido ni sesenta segundos. Las tres siguientes acciones tampoco le sonrieron: tiro libre de Felipe Reyes, rebote en ataque y canasta de Pau y, a renglón seguido, triple de Calderón, que firmaba un cuatro de cuatro desde el arco (40-31).
La selección española salía de nuevo a tope de revoluciones. Rusia necesitaba contener otra vez la ambición desbocada de los campeones del mundo. La aplacó de inmediato. Le sonaba del primer cuarto. Los tiros de dos locales caían con cuentagotas. Los triples, cuando Calderón se lo proponía (5/5; 47-41 m.28).
Y Kirilenko permanecía en el mascarón de proa ruso. Bombeaba la savia vital que accionaba la maquinaria de la antigua URSS. A los ventiocho minutos cometió la cuarta personal. Entonces Rusia demostró que es un equipo y no un solo hombre. El ala-pívot enfiló el banquillo con 49-41, pero el periodo concluyó con 49-46 gracias a los aciertos de Victor Khryapa y Savrasenko.
De todos modos, España también es mucho más que un jugador. De otra forma el cinco de veintiocho en canasta que dos que le lastraba a falta de diez minutos habría supuesto un sinónimo de sumisión al yugo ruso (49-46). De momento, Anton Ponkhrasov empató con un triple en el estreno del cuarto decisivo (49-49).
Garbajosa acudió también a los 6'25 (52-51), Pau Gasol colocó un tapón tremendo a Khryapa, Savrasenko hizo la cuarta falta en ataque y parecía que el equipo nacional preparaba un despegue inminente. Toque de corneta para el regreso de Kirilenko.
Turno, asimismo, para que Pau Gasol desbloquease el ataque, a trancas y barrancas, pero la metió debajo de la cesta (54-52 m.36). La grada contenía la respiración y, pese a la eliminación de Khryapa, iban fuera hasta los tiros libres. Los de Kirilenko, al revés, entraban (55-54 m.37).
No así las penetraciones de Holden. Rusia y España vivían en el alambre. La insistencia de Pau Gasol en buscar la pintura y pelear con los pivots rusos abrió por fin la lata del oro para España. El jugador de los Grizzlies metió los siete puntos entre el 52-52 (m.36) y el 59-54 (m.39).
Y los rusos se aferraron al alambre al borde mismo del precipicio. Kirilenko metió dos libres y robó un balón que habilitó a Morgunov para anotar (59-58). Restaban 43:15 segundos. España atacó para ponerla en manos de Pau. Se la arrebató Holden. El mismo se encargó de meter el tiro del triunfo a dos segundos de la conclusión (59-60). Vivir con 7/34 de dos había sido un milagro. Se estropeó por unos segundos y un gran rival.
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