Junto a la diosa, Menchov, de 29 años, empezó a disfrutar de la victoria más importante desde su debut profesional en 2000, junto a su familia y sus compañeros, como debe ser. Un galardón de oro que mereció tras demostrar ser el mejor a lo largo de 3.200 kilómetros de carretera, y que no llegó vía despacho como sucedió hace dos años.
Menchov, acompañado en el podio por Sastre (CSC) y Samuel Sánchez (Euskaltel), segundo y tercero respectivamente, escuchó el himno de su país interpretado por la banda de la Guardia Real y vio caer desde el cielo la bandera rusa, junto a la española, portada por hábiles paracaidistas. Una ceremonia que compensó la entrega a destiempo de su primer maillot oro, con un año de retraso.
El ruso de Orel, formado y residente en Navarra, extendió su dominio desde la cronometrada de Zaragoza, cita que marcó la Vuelta, hasta Madrid, y aguantó 13 días el maillot oro. Impasible a los ataques y en la mejor forma de su vida, con este triunfo se cargó de confianza para emprender el año que viene el reto de ganar el Tour. Además el líder del Rabobank se proclamó rey de la montaña y vencedor de la combinada.
La Vuelta terminó con un buen balance para los españoles, ya que a los puestos de honor de Sastre y 'Samu' hay que añadir cuatro puestos más entre los 10 primeros. Ezequiel Mosquera (Karpin) fue quinto, una revelación a los 31 años, el escalador Igor Antón (Euskaltel) octavo, Manuel 'Triki' Beltrán (Liquigas) noveno y Carlos Barredo (Quick Step) décimo. En el capítulo de victorias parciales los plusmarquistas han sido Óscar Freire y Samuel Sánchez, ambos con tres etapas. Luis Pérez (Andalucía) logró la séptima del plantel español.
La carrera no resultó un portento de interés, ya que la cronometrada de Zaragoza en la octava jornada dejó sentenciada la Vuelta en favor de Menchov. De nada sirvió la subida a los Lagos en la cuarta jornada. La segunda semana fue una promoción de la siesta y en la tercera Sastre y Samuel propiciaron una final entretenido con sus ataques en la etapa de Àvila y Abantos. El desalojo del podio del australiano Evans fue el aliciente del epílogo.
El recorrido y la dureza del mismo son argumentos para ser estudiados por la organización, que admite fallos al respecto, por ejemplo, poner una contrarreloj de 50 kilómetros, y no más corta. La Vuelta terminó sin escándalos de dopaje, algo casi insólito en el ciclismo actual, aunque el tema ha sobrevolado «gracias» a la interpretación de la UCI de la 'operación Puerto' sobre Valverde.
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