Imagen del once titular que jugó la final de la Copa del Rey. | Carlos Gil-Roig

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Regresa el Mallorca a Sevilla, una ciudad donde hace apenas quince días lloró la pérdida de la final de la Copa del Rey, pero también hace dos años abrazó la permanencia en la máxima categoría del fútbol Español tras empatar a cero en uno de los partidos más importantes de la reciente historia bermellona. Porque fue en ese agónico encuentro de la jornada 36 donde el Mallorca llegaba en descenso, con el agua al cuello y con la necesidad de salir vivo de un choque muy comprometido. Pudo complicarse todo al final, ya entrado el tiempo de descuento.

Una parada salvadora de Manolo Reina en el minuto 97 sacando un balón de gol tras un cabezazo de En-Nesyri permitió al Mallorca mantener el pulso por la salvación a la espera de lo que pudiera hacer el Cádiz ante la Real, partido que se jugaba el día siguiente. Las cosas no pudieron salir mejor porque el conjunto andaluz perdió frente a la Real Sociedad y las distancias en la parte baja de la clasificación se acortaron.

Fue un encuentro, el que jugó el Mallorca frente al Sevilla en el Pizjuán, que venía precedido de una de las derrotas más dolorosas en la historia reciente de la entidad, el 2 a 6 contra el Granada. Ese choque marcó un punto de inflexión y fue precisamente donde jugó la final de Copa ese año cuando Aguirre habló de forma muy sincera sus futbolitas. Porque el equipo llevó a cabo en La Cartuja en la mañana del 11 de mayo de 2022 una sesión de activación. No se podía perder ese partido. Así lo recordaba Javier Aguirre ante las cámaras de Movistar. «Habíamos perdido 2-6 y estábamos en Segunda División. Vinimos a Sevilla, entrenamos en La Cartuja casualmente...Era una final. Perder ese día significaba irse a Segunda, significaba contratos a la mitad, significaba una mancha en tu carrera, significaba un paso atrás, igual finalizar mi trayectoria en España, yo qué sé… Hoy es un escenario diferente», recordó Javier Aguirre.

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A día de hoy los mallorquinistas recuerdan con sufrimiento los últimos minutos de ese encuentro disputado en el estadio sevillista. El punto sumado era un paso corto a la espera de lo que hiciera el Cádiz, pero el descenso supondría el final.

Los últimos minutos fueron para el Sevilla, que se lanzó a tumba abierta hacia la portería del Mallorca. Sin embargo, ahí se encontró con Manolo Reina que en dos ocasiones, primero a un tiro a bocajarro de Martial en el 89 y después con una mano salvadora ante En-Nesyri, sostuvo al Mallorca. No se ganó, pero al menos se sacó un punto. Un empate que alimentó y de qué manera el sueño de la salvación.
Y al día siguiente ese punto, ese paso corto, se convirtió en un punto de alivio. El horizonte del conjunto bermellón se vio de otra manera después de la derrota del Cádiz ante la Real Sociedad por tres goles a cero. Es cierto que el conjunto del mexicano Javier Aguirre seguía dos puntos por debajo de los andaluces y ocupaba zona de descenso, pero es el mal menor al que se podía exponer el once bermellón tras el desastroso partido ante el Granada.

El punto sumado en el Pizjuán, unido a la derrota del equipo entrenado esos momentos por Sergio González en el Reale Arena, permitió aumentar la confianza en la Isla, si bien el grupo bermellón no dependía de él mismo y eso siempre es un problema. Sin embargo, a la jornada siguiente el Cádiz recibió al Madrid y empató a uno mientras que le Mallorca ganaba al Rayo.

El Granada, que se veía salvado, perdió otra vez y se metió en la quema. El once balear salió de los puestos de descenso y logró certificar la salvación ante Osasuna. Pero todo empezó ahí, en Sevilla, con esa parada milagrosa de un Manolo Reina que siempre permanererá en la historia de los mallorquinistas como el portero que llegó en Segunda B para llevar al Mallorca a lo más alto. Ahora toca hacer una gesta similar, no con tanta presión, con un colchón mayor, pero con la ilusión de ganar para asistir al final de Liga con mucha más claridad.