El Dr. Joan Salvà Coll es médico especialista en Psiquiatría y doctor en Medicina por la Universidad de Barcelona. Ha desempeñado una intensa actividad asistencial, tanto clínica como de gestión (coordinador de Psiquiatría y del Área de Salud Mental de Son Dureta de a 2001 a 2007 coordinador autonómico de Salud Mental de 2007 a 2015 y jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Son Espases desde 2012) docente (profesor de Psiquiatría de las facultad de Medicina y Psicología de la Universitat de les Illes Balears) e investigadora, con innumerables artículos publicados en la literatura científica. Su presencia en el Hospital Juaneda Miramar aportará un plus de conocimiento y experiencia a los pacientes de Juaneda Hospitales en unos momentos en las necesidades de la salud mental están siendo percibidas por la sociedad con más fuerza que nunca.
—¿Cómo coordinador de Psiquiatría y del Área de Salud Mental de Son Dureta, primero, y autonómico después, qué balance de la salud mental de las Islas Baleares podría hacer, tanto a nivel epidemiológico como de recursos?
—A nivel epidemiológico los datos apuntan a que coincidiendo con las diversas crisis (económica, sanitaria) en los últimos años se ha producido en muchos países, y también en el nuestro, un aumento significativo de personas que padecen problemas de salud mental, como depresión, ansiedad o abuso de alcohol y de otras sustancias. El motivo parece estar relacionado con el incremento de estresores psicosociales (desempleo, problemas de vivienda, dificultades económicas...) que afectan a toda la población con un mayor impacto en los más vulnerables. El resultado ha sido un incremento de consultas de psiquiatría y psicología, un aumento de ingresos psiquiátricos, de prescripción de psicofármacos, etcétera, que hemos detectado tanto a nivel público, como privado.
—¿Se está asumiendo adecuadamente este reto?
—Tenemos un sistema sanitario potente que en los últimos años ha crecido en infraestructuras, servicios y número de profesionales dedicados a la salud mental. Sin embargo, el sistema se halla tensionado por el aumento de la demanda, debido tanto a la propia crisis, como por el incremento progresivo de población en Baleares —especialmente en áreas urbanas— que se ha registrado en los últimos 20 años. Estamos, pues, frente a un reto que va a requerir innovación y el desarrollo de nuevas formas de asistencia para dar respuesta a las necesidades de manera eficiente, equitativa y ágil. Sin duda, la prevención y la promoción de la salud mental deberán convertirse en prioritarias, puesto que aunque los resultados no sean visibles a corto plazo, la inversión ahora va a reportar un ahorro futuro en servicios sanitarios y sociales.
—¿Qué consecuencias ha tenido el COVID19 en la salud mental de las Baleares, ha aumentado la incidencia de algún tipo de trastorno, hay colectivos más afectados, arrastraremos mucho tiempo el stress post traumático de la pandemia?
—La pandemia del coronavirus ha empeorado la salud mental en todo el mundo, incluidas las Baleares, donde los datos coinciden con lo que describe la Organización Mundial de la Salud (OMS): un incremento del 25% de los casos de ansiedad y depresión, especialmente en el primer año de pandemia, sobre todo afectando a la población joven, a las mujeres y a los ancianos. Otro de los colectivos más afectados fue el personal sanitario, especialmente el que estuvo en primera línea en la lucha contra el COVID19, colectivo en el que se detectó un incremento de síntomas de ansiedad (26%) y de depresión (21%). Asimismo, entre los supervivientes del COVID19 agudo se detecta un aumento de trastornos de ansiedad, depresión, insomnio y abuso de sustancias. Debemos tener también en cuenta que la disrupción del sistema sanitario causada por la pandemia impactó sin duda en el seguimiento, atención y cuidados de los pacientes que más lo necesitaban; los que tenían un trastorno psiquiátrico preexistente que, por razones obvias, no pudo recibir la ayuda que necesitaba en su momento, con las consecuentes descompensaciones e incremento de hospitalizaciones.
—Usted ha investigado usted sobre los efectos de realizar pruebas de alcoholemia in situ, animando a los jóvenes a asumir su responsabilidad por consumos en entornos festivos. ¿Qué conclusiones extrae y qué balance hace del alcoholismo juvenil en Baleares?
—El estudio que comenta obtuvo unos resultados desalentadores. Pensábamos que dar información objetiva e inmediata sobre el nivel de alcoholemia de los jóvenes que están de fiesta en zonas recreativas nocturnas podría ayudar a que fueran conscientes del problema, se responsabilizaran y en consecuencia bebieran menos alcohol. La realidad fue que sí funcionó en algunos de ellos, pero en una proporción no desdeñable se produjo el efecto contrario: bebieron más de lo que habían planeado. Hay que seguir investigando para encontrar otras estrategias que puedan ser más útiles.
—¿Es el alcoholismo juvenil un problema grave en nuestro entorno?
—El alcoholismo juvenil es un problema sanitario de primer orden. Es bien sabido que el cerebro termina de desarrollarse y madurar alrededor de los 25 años y, por tanto, el efecto de un tóxico como el alcohol puede conllevar daños irreparables. En una sociedad como la balear demasiado familiarizada y, por desgracia, muy permisiva con el abuso de alcohol, tal vez deberíamos hacer un esfuerzo adicional en la detección e intervención precoz ante consumos de riesgo en jóvenes. No es suficiente tener una buena red de atención al alcoholismo si los jóvenes no llegan a las consultas. Por tanto, es necesario seguir trabajando en el establecimiento sistemas de 'alarma' que nos permita llegar donde está el problema e intervenir rápidamente, o bien realizar breves intervenciones de screening en diversos ámbitos para detectar los casos; lo cual requiere inevitablemente seguir reforzando la colaboración con las familias y los sistemas sanitario, educativo, servicios sociales, etc.