Archivo - Ciudad de la Justicia de València | Rober Solsona - Europa Press - Archivo

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Dos personas acusadas de una agresión sexual a una joven de 21 años en un piso de una ONG en València han negado los hechos. Así, tanto la acusada, responsable de la vivienda de la ONG en la que se refugiaban personas en situación de protección internacional o solicitantes de asilo, como el presunto agresor han asegurado que los hechos imputados «son totalmente mentira».

Los acusados se enfrentan, tal y como le reclama el ministerio fiscal, a la pena de ocho años de prisión por un delito de agresión sexual, así como inhabilitación y prohibición de aproximación a la víctima.

Los dos acusados han sido juzgados este jueves ante el tribunal de la sección segunda de la Audiencia Provincial de Valencia por supuestamente violar a una joven de 21 años que se encontraba viviendo con la acusada. La vista se tuvo que aplazar en abril de este año al no estar presente la joven por encontrarse en México. Actualmente no ha podido ser localizada.

Los hechos se remontan a abril de 2020, durante el estado de alarma, cuando, según el relato del fiscal, el acusado se personó en la vivienda en la que residía provisionalmente la víctima --en acogida en un programa de la Cruz Roja-- junto a la acusada y se metió en la habitación de la primera.

La acusada fue la que le llevó hasta la habitación y, una vez allí, el acusado presuntamente --según el fiscal-- la forzó sexualmente pese a que ella mostraba resistencia. Seguidamente el hombre le entregó dinero a la acusada y abandonó la vivienda.

Durante el juicio se ha leído la declaración que prestó la víctima ante la Policía. En ese testimonio describía que tardó un mes en denunciar los hechos por miedo y describió cómo la acusada se introdujo en su habitación junto al agresor y luego les dejó solos. Indicaba que se resistió pero que la víctima era corpulenta y, además, no se encontraba muy bien al estar medicada.

Frente a este relato, los acusados, a preguntas de sus letrados, han negado los hechos. El hombre simplemente ha afirmado que los hechos «no son ciertos» y que no agredió sexualmente a nadie; mientras que la mujer ha defendido que nunca propuso ni intervino con nadie para que se abusara de la víctima: «Es mentira totalmente». También ha señalado que en ese momento la pareja de la víctima convivía con ellos por las restricciones de la pandemia.

"relato coherente y afectada emocionalmente"

Por su parte, una subinspectora de Policía que tomó declaración a la víctima ha explicado que la joven llegó «bastante afectada» a comisaría a denunciar los hechos y lo hizo acompañada de otra mujer que pertenecía a una ONG. «Estaba cabizbaja y triste», ha manifestado. «Su declaración no me pareció poco coherente ni me saltó ninguna alarma porque lo que decía no pareciera verdad», ha añadido.

La testigo ha indicado que la joven aportó unas fotografías con moratones del día de la agresión y ha explicado que tardó en denunciar por miedo a las represalias y porque estaba en situación de vulnerabilidad. Ha señalado que identificó a la acusada y dio una descripción del presunto violador, que acudió un par de veces a la vivienda y fue en la segunda ocasión en la que la agredió.

La víctima le contó que se había resistido durante la agresión pero que tampoco tenía muchas fuerzas porque se estaba medicando y el agresor era una hombre corpulento. Tras la agresión vio que el hombre le daba dinero a la acusada y le decía «ya está», según narró.

Por otro lado, el que fuera novio de la víctima en ese momento ha narrado, también como testigo, que primero se vino él a España y a los cuatro meses lo hizo su novia, que era de Honduras. Ha explicado que decidió venirse porque tuvo un problema personal en su país, ya que habían matado a su expareja delante de ella de dos disparos.

Ella, en España, fue a un piso de acogida al que en ocasiones él accedía, ha indicado. En alguna ocasión ha explicado que la víctima le manifestó temor hacia la acusada porque le hacía fotografías a escondidas pero ha dicho que no se enteró de la agresión sexual hasta que se la contó la psicóloga que la atendía.

«Ella no me lo contó --ha manifestado-- porque me dijo la psicóloga que no se sentía cómoda hablando del tema. Nunca llegó a contármelo pero ella en ese momento estaba delante». Tras la agresión ha asegurado que su entonces pareja quedó devastada psicológicamente «queriendo quitarse la vida en muchas ocasiones (...) No le pasaba antes. Fue un cambio radical», ha apostillado. Con el tiempo dejaron la relación y ella se marchó a EEUU tras recibir un dinero, ha señalado.

Por su parte, otra testigo, la psicóloga que atendía a la víctima, ha señalado que cuando llegó a España su situación psicológica era «estable y equilibrada» pese a lo que había vivido en Honduras, algo que cambió tras la agresión sexual.

Un día acudió a la vivienda y ella le manifestó que estaba muy asustada con la acusada y que escuchaba hablar a veces a hombres que querían llevársela. Así, pidió un traslado de vivienda, algo que ocurrió ese mismo día, y una vez en otro domicilio fue cuando le confesó la agresión sexual y, tras aceptarlo ella, lo denunciaron ante la Policía. «Tras la denuncia le seguía haciendo un seguimiento y le noté bastante descomposición clínica, con un estado de ansiedad muy alto y pensamientos de suicidio que antes no tenía», ha descrito.