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JAIME LÓPEZ Se le notan los 67 en el rostro. Y en un hablar más sosegado que cuando tenía que dar abasto para piropear al tiempo a Mylène Démongeot, Marie Laforet y Jane Birkin en «El Trepa» (1971). «Con ninguna actriz, en ninguna película, he hecho de héroe. No me gusta el tipo galán que consigue lo que quiere: mujeres, dinero, el triunfo. Los personajes complicados, inseguros, son mucho más interesantes. Además son los que siempre suelen morirse. Y poder decir que ya me he muerto más de quince veces en el cine no es un privilegio al alcance de cualquiera».

Jean Louis Trintignant, la réplica desvalida, huérfana de amor maternal, necesitada de señoras de la talla de Brigitte Bardot («Y Dios creó a la mujer») o Anouk Aimée («Un hombre y una mujer»), a la chulería de Jean Paul Belmondo y a la galanura helénica de Alain Delon, regala hoy y mañana al público mallorquín una voz que se entusiasma cuando tiene que hablar «de la vejez, del declive de la vida, de la comprensión, de la homosexualidad, del amor añorado, de lo que es, sencillamente, la vida. Y todo esto sólo se puede decir como lo escribió desde lo más profundo de su corazón Louis Aragon».

«Me encantaba Truffaut y tuve la suerte de poder trabajar en su última película, 'Vivamente, el domingo'. Y también Godard, Eric Rohmer, pero sobre todo Robbe-Grillet, que era más poeta que cineasta. Tuve mala suerte. Los directores de la nouvelle vague no contaban conmigo», explicó ayer el actor francés durante la presentación de la obra «La Valse des Adieux», escrita por Aragón y que interpretará hoy y mañana en el Auditòrium de Palma.

Después de una carrera triunfal "directores como Bertolucci, Vadim, Jean Pierre Melville o Claude Sautet, figuran en su currículum" el protagonista de esta obra hace tres años que decidió no volver al cine. «Yo ya no tengo edad para esperar a que me llamen porque quieren que haga un papel en el cine. La faceta del actor cinematográfico acaba por cansarte. Siempre estás aguardando a que te ofrezcan una película. Eso es agotador. Me siento más tranquilo, relajado y seguro de mí haciendo teatro. Y además, estoy convencido de una cosa: salvo el americano, que se salvará a base de millones de dólares, el cine morirá mucho antes que el teatro», afirma convencido.