Mallorca no fue ajena a la moda del bordado que imperó en el siglo
XIX. Un ejemplo es la colección de piezas textiles propiedad de las
religiosas de la Pureza. En la casa madre de la orden se guardan
ejemplares de indumentaria litúrgica, utilizados en las ceremonias
religiosas, así como muestrarios y trabajos que en su día hicieron
las alumnas del colegio, fundado en 1805, del que se hizo cargo la
madre Alberta en 1870. Dos expertas en textil, las conservadoras
Carmen Masdeu y Luz Morata, catalogan e inventarían este
patrimonio.
Calidad, minuciosidad, riqueza de materiales, perfección en el
dibujo previo, variedad de puntos, diseños modernistas son algunas
de las características que han observado mientras fotografían,
enumeran, datan, analizan al microscopio y miden, funciones que
forman parte del inventario que concluirán con un análisis y
valoración de la colección.
Perlas, lentejuelas, cuentas de cristal de colores, figuritas se
entremezclan con los hilos de seda, plata, oro, de chenilla,
"semejante al terciopelo"; los distintos modelos de puntos: al
matiz, de nudos, canutillo, entre otros, para tomar forma sobre las
telas de seda o tisú. Masdeu y Morata aseguran que, en cuanto a los
bordados, «la colección es muy representativa del periodo, muy
buena». Las expertas han comenzado por la indumentaria religiosa,
los conjuntos o ternos utilizados por los sacerdotes que incluyen
hasta los zapatos y los bonetes. «Hay tres piezas plenamente
modernistas».
Como otras artes aplicadas del periodo destacan por «elementos
florales dispuestos sin simetría, de forma autónoma, con mucho
movimiento, hojas dentadas que recuerdan la época medieval, lirios,
cardos, flores típicas del modernismo».
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