El académico de la RAE Carlos García Gual en una imagen de archivo. | José Sevilla

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Se sabe que Isaac Newton reformuló una conocida expresión al señalar que si ‘había visto tan lejos, es porque me encaramé a hombros de gigantes'. El físico lo dijo en relación a sus predecesores, los que le habían permitido otear mejor y más allá. En el caso de Carlos García Gual (Palma, 1943) no está encaramado, sino que camina junto a ellos. El académico de la RAE lleva toda la vida charlando de tú a tú con titanes de la cultura como Platón, Homero o Aristóteles y a un titán, precisamente, le dedica su último esfuerzo editorial: Prometeo. El mito del dios rebelde y filántropo (Turner), la reedición de un libro «antiguo y agotado» que es la excusa para hablar de lo que más le gusta: la cultura clásica sobre la que nos encaramamos.

¿Qué le lanzó a la reedición de este libro?
—Es un libro importante para mí y, además, estaba muy agotado porque tendrá como 30 años. Aquí hago una traducción de este personaje en autores como Esquilo o Platón y luego una reflexión sobre la importancia del mito y su evolución. Los mitos tienen una fuerza fantástica y pueden contarse y recontarse.

En esta nueva versión el título pasa de ‘Prometeo. Mito y literatura' a ‘El mito del dios rebelde y filántropo', ¿por qué se centró en esta faceta del titán?
—Insisto en distintas imágenes, pero Prometeo es un dios antiguo, un titán, y aquí le pongo este título nuevo porque la interpretación que ya da Esquilo es la de un dios que se pone del lado de los hombres y la palabra ‘filantropía' aparece por primera vez en él. Es el dios que roba el fuego para dárselo a los hombres y ese es su delito.

¿La llegada del fuego es un primer paso hacia la independencia de la humanidad de los dioses?
—El fuego introduce la cultura porque sirve para construir elementos y alumbrarse o soportar el frío. Es un paso hacia mayor libertad. Protágoras introduce la variante de que trajo el progreso material, y es cierto, pero es mucho más: también es un progreso moral.

Portada de la reedición de ‘Prometeo' (Turner).

¿Cree que con Prometeo puede hablarse de un primer paso en sustituir la fe en una figura divina por la fe en el avance técnico?
—Prometeo es el primer santo en el calendario del proletariado de Marx porque es el patrón del progreso técnico y ya Platón lo dice, pero también es mucho más, hay un avance en sentimientos. Por eso junto a Prometeo se habla de Epimeteo y de Pandora. Por esta razón siempre insisto en que el mito se cuenta a través de versiones y formas diferentes, lo cual enriquece los mitos, que no son una Biblia, y donde cada autor reinterpreta y añade. Un caso curioso es el Prometeo dorado ubicado sobre la pista de patinaje del Rockefeller Center en Nueva York, que es una imagen mucho más amable y un poco ingenua.

Con una sociedad tan ensimismada y obcecada con el progreso técnico, ¿qué cree que le espera a una humanidad que no se fija en las humanidades?
—Hay muchos sociólogos y pensadores pesimistas hacia esta evolución. La gente está horas y horas pendiente de su teléfono móvil y atendiendo a una imagen que va de una a otra pantalla. Es tremendo porque quita la fantasía propia de pensar que viene, principalmente, de la lectura. Todo lo que sea reducir lectura y aumentar audiovisual es un retroceso a la inteligencia humana.

A pesar de ello, las nuevas tecnologías también están dando una nueva vida a la cultura clásica con más vías de divulgación.
—Sí, porque dentro de todo esto hay más facilidad que nunca para llegar a los temas del mundo antiguo, que además están gozando de un muy buen momento a nivel editorial. Aquellos que conocen los retos del mundo clásico y entran en él, no pueden salir por su fuerza fantástica y no hay tradición literaria con tanta fuerza como la griega. Es la educación la que está mal enfocada y es un vicio de los nuevos programas educativos en la que predomina lo audiovisual. Con medios de comunicación fáciles se reduce la imaginación propia.

¿Qué opina de cómo la educación aborda las humanidades en la actualidad?
—En cuanto a la enseñanza, estamos en una muy mala época. Los planes de estudios son adversos para la literatura en general y la historia. Es un defecto grave porque partimos de una idea de que todo lo útil es enseñar para un empleo inmediato, pero la educación no era eso y es una idea pésima. La idea de la educación es dar a los individuos algo de fondo.

Echando la vista atrás, ¿hay alguna faceta suya, como autor, traductor o profesor, de la que se sienta más orgulloso?
—No es que esté muy orgulloso de lo que he hecho, pero sí de haber seguido mi vocación. Todo lo que he realizado ha sido siempre por propio gusto e intentando que los demás participaran de ese placer. Es lo único de lo que estoy realmente contento y volvería a hacerlo todo igual si me dejaran escoger. Tener contacto con los griegos es maravilloso y tras haber podido conocer a Platón, ¿qué más se puede pedir? La cultura puede dar satisfacción, pero no se debe hacer por dinero, porque no lo da ni tampoco se escalan muchos puestos en la sociedad, ya que no da prestigio social, pero ayuda a vivir más y entender mejor. Dicho de otro modo, ayuda a sentirse más libre.