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No debiera ser necesario resaltar la importancia del empresario en la sociedad pero es significativo que más del 70% de los universitarios de último año de carrera aspire a ser funcionario y casi ninguno desee emprender su propio negocio. Una sociedad que no emprende no avanza, no progresa, y la nuestra, saliendo de una de las peores crisis que se recuerdan, requiere empresarios y emprendedores con nuevas ideas, nuevos procesos y nuevos productos.

¿Les falta a los jóvenes información o formación práctica? ¿Lo consideran una hazaña difícil? ¿Está mal visto ser empresario? Ya sea por estos u otros factores bien es cierto que se desacredita constantemente al empresario, que aparece como el “explotador” o el “especulador”, al amparo de ejemplos aislados que en ningún caso reflejan el tejido empresarial de estas islas.

Nuestras empresas son, en su inmensa mayoría, familiares. En ellas el empresario es un trabajador más. La empresa es su proyecto de vida personal, al que dedica toda su atención, tiempo y recursos. Lo arriesga todo y es el primer interesado en que las cosas salgan bien, y que sus trabajadores se sientan motivados y satisfechos en un entorno laboral seguro y saludable. Todo ello mejora la productividad y la competitividad.

Tenemos empresas ejemplares, algunas de ellas reconocidas por su gran labor a través de nuestras ediciones de Premios de medio ambiente, salud laboral e innovación. Pero el camino recorrido no nos exime de seguir luchando desde la CAEB por un tejido empresarial más innovador y eficiente, que integre propuestas beneficiosas para la organización y para los trabajadores: conciliación de la vida familiar y laboral, políticas de igualdad, ‘salario emocional’… Somos conscientes de que afrontamos retos de transformación importantes.

El empresario genera valor y contribuye a levantar la economía. Son las empresas las que contratan y las que invierten. No hay crecimiento sin inversión y esta requiere, desde todos los ámbitos, un clima favorable de mejora de la competitividad.

Todos los actores de la sociedad debemos hacer una reflexión tranquila e inteligente para prestigiar la figura del empresario y promover que nuestros jóvenes vean en la creación de empresas una salida profesional de calidad imprescindible para mantener nuestra sociedad del bienestar. En las escuelas, en los medios de comunicación, desde el gobierno y los sindicatos se debería reivindicar el valor social del empresario, apoyarle, más aún cuando se enfrenta en todas las facetas de su gestión a un complejo entramado técnico-jurídico, difícil de asumir.

Ser empresario es un gran reto, una gran aventura. Ser empresario es asumir un desafío diario, constante, que exige entrenar, luchar, superarse, mejorar… Lo creo firmemente y, como presidenta de la CAEB, seguiré fomentando todo impulso al emprendimiento, tendiendo puentes con las instituciones que apoyan a nuestros empresarios y promoviendo que el Govern genere las condiciones más adecuadas para que las empresas, de todos los tamaños y sectores, puedan mejorar su competitividad y contribuir al crecimiento y bienestar de la sociedad de nuestras islas. Solo así las empresas seguirán creciendo y generando empleo estable y de calidad. Tengamos presente al empresario. Es la clave de la prosperidad y del futuro de Balears.