El G7 auguró ayer un panorama económico más sombrío para 2008, con una ralentización global y la persistencia de las tensiones bursátiles, y se mostró dispuesto a actuar de forma colectiva, si fuera preciso, para garantizar la estabilidad. Bajo la presidencia de Japón, los ministros de Economía y los gobernadores de los bancos centrales de los siete países más ricos del mundo concluyeron su cumbre de Tokio con un llamamiento a una mayor cooperación para atajar los problemas financieros, sin marcar una vía concreta y sin hablar en ningún momento de recesión.
EEUU, Japón, Reino Unido, Francia, Alemania, Canadá e Italia creen que la situación económica actual es «más incierta» que en octubre y que puede producirse aún «un mayor deterioro» del sector de la vivienda en Estados Unidos, lo que lleva meses arrastrando a la baja a las bolsas de todo el mundo.
En ruedas de prensa separadas, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, y el secretario del Tesoro, Henry Paulson, admitieron que las tensiones bursátiles durarán todavía un tiempo y que llega la era de la desaceleración económica.
Esta cumbre había despertado un elevado interés ante la actual situación económica mundial, con una crisis crediticia en Estados Unidos que amenaza con arrojar a ese país a una recesión que acabe lastrando el crecimiento global.
Los ministros de Finanzas debatieron los problemas creados en las bolsas por la crisis hipotecaria de las «subprime» en Estados Unidos, que ha sido mayor de lo previsto en un primer momento por los actores económicos presentes hoy en Tokio.
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