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Han sido cuatro largos años en los que ha habido de todo, pero que Joaquín y Sara han sobrellevado con la esperanza de que esto iba a acabar bien, como así ha sido, todo porque, por encima de todo, han confiado plenamente en su hijo, a quien la Justicia norteamericana había sentado con pruebas poco claras, como ahora se ha demostrado, en la silla eléctrica. Desde aquel día en que sentenciado a muerte se encaminaba esposado hacia el corredor se le acercó su padre y le prometió que lucharía hasta verlo libre, han sucedido muchas cosas. Sí. El camino ha sido difícil, pero el final bello.