Un país en huelga es un país crispado, que encuentra sobradas razones para llegar a la más difícil de las decisiones, pues a nadie se le escapa que un paro general es siempre el último recurso "el más costoso, para el trabajador y para el empresario" al que puede agarrarse una nación. Por eso resulta chocante que todo un presidente de Gobierno que se enfrenta a esta contestación social asegurara ayer mismo que se siente perfectísimamente legitimado para seguir en sus trece, porque la legitimación la dan «las urnas y los ciudadanos». Exactamente, por eso las urnas le encomendaron una tarea y ahora, a la vista del cariz que está tomando su proceder "atrincherado en una mayoría absoluta que desprecia cualquier opinión en contra", millones de ciudadanos le responden con una huelga general.
Editorial
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20/06/02 0:00
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