Desde hace unas semanas se viene hablando en los medios que
tienen que ver con las noticias del corazón del «affaire Felipe
Campuzano». Y es que a raíz de su salida del Ayuntamiento de
Marbella, donde trabajaba, hizo unas declaraciones que
desencadenaron otras y otras, complicándose cada vez más la cosa.
Incluso salió a escena su madre, que le puso de vuelta y media, de
mal hijo para arriba. En ese maremágnum de declaraciones y, sobre
todo, descalificaciones entre unos y otros, se le tildó desde mal
padre a homosexual, pasando por drogadicto. Vamos, que al bueno de
Felipe le dejaron guapo.
Ahora, el joven Felipe trata de capear como puede toda la movida
que se le ha venido encima a su progenitor, a quien, pese a que no
ha estado mucho por él en estos años, respeta y quiere, a la vez
que considera que es un gran músico, «infinitamente mejor que
Alfonso Santisteban». Sobre el asunto de las drogas no quiere
entrar; bueno, sí, afirma: «jamás le he visto tomar nada que no sea
una buena comida o un buen vino», y añade: «Me extraña mucho que
saquen a mi padre por eso cuando él tiene una larga trayectoria
como músico, toda ella producto del trabajo». Y en lo de si es o no
homosexual, tampoco, entre otras razones porque ni jamás le ha
visto con otro hombre, ni le han contado que haya estado. «Yo sólo
sé que a mi padre le gustan mucho las mujeres, que ha tenido muchas
a lo largo de su vida, pero lo que son hombres, la verdad, no. Ni
idea. Me sorprendería mucho que eso fuera cierto».
A raíz de que su madre nos descubrió que había nacido en Palma
(parece que muy cerquita de La Sang), a pesar de que él presume de
gaditano, hicimos indagaciones y nos encontramos con que el
pianista mallorquín-gaditano tuvo relaciones en Madrid con una
artista llamada Magda Rosa, y que del resultado de las mismas nació
Felipe, que con los años se convertiría en Felipe Campuzano Jr.,
quien con su madre se vendría a vivir a Palma, donde crecería como
infante y adolescente, mientras ella rehacía su vida con otra
persona, que según reconoce el joven Felipe ha sido un padre para
él. Su madre y el marido de ésta se hicieron con s'Escar -era ya en
la recta final de este cabaret, famoso en los años 70, a principios
de la avenida Argentina viniendo desde el mar-, y lo convirtieron
en cabaret.
Felipe, como decimos, fue creciendo en Palma sin tener apenas
contactos con su padre. Jugó a fútbol en todas las categorías
inferiores del Mallorca, ascendió con el equipo a Segunda A, luego
fichó por el Granada, más tarde por el Valladolid B y por último
por el At. Baleares, donde vio que en el fútbol, aun siendo un
excelente jugador, no haría carrera. Así que lo dejó, colgó las
botas, y fue puliendo la carrera de piano que años atrás había
comenzado. Hace dos años, quienes asistimos a la fiesta de verano
de Onofre Prohens, pudimos escucharle al piano, y cerrando los
ojos, en según qué momentos, nos daba la impresión de que
escuchábamos a su padre.
Sobre el lugar de nacimiento de su padre, Palma, dice que él
jamás ha renunciado a ser de aquí, aunque se siente gaditano, pues
a Cádiz se fue a vivir desde muy joven, y a veces se es más de
donde uno se hace que de donde se nace. Yo, por ejemplo, nací en
Madrid, pero por tiempo me considero mallorquín».
La máxima ilusión de Felipe sería poder actuar mano a mano con
su padre. Éste le ha dicho que le parece muy bien esa idea, pero
unas veces por una cosa, otras por otra, no llega ese momento. Y es
una lástima.
Pedro Prieto
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