Lunes -ayer-, 8 de la mañana, aeropuerto de Valencia. El recién
nombrado obispo de Mallorca, monseñor Murgui, metido en grueso
abrigo gris marengo, de pie y solo, espera a Andreu Genovart,
administrador de la Diócesis desde la muerte de Teodor Úbeda. Ambos
se funden en un abrazo, y en el coche del primero -con el que ha
llegado a Manises, conduciendo él-, regresan a Valencia, citándonos
para las 11 en su despacho, en el Arzobispado. A esa hora nos
invita a pasar. Es una estancia no muy grande, con lo
imprescindible para trabajar. En el fondo, por detrás de su mesa,
descubrimos su escudo, y debajo de él, su lema. Instaurare omnia in
Christo. En lo que tomamos asiento le preguntamos por sus aficiones
futbolísticas. Monseñor reconoce que le tira el Valencia, «pero
ahora me haré de otro equipo, el Mallorca. Así podré ver a Etoo,
que pudo haber venido aquí, al Valencia».
Se hizo sacerdote gracias al ejemplo que le dieron sus padres y
también por haber conocido a sacerdotes ejemplares. «Entré en el
seminario siendo muy niño, y con el transcurso de los años mi
vocación fue creciendo, madurando y contrastándose. A los 23 años
fui ordenado sacerdote». Fue el principio de una larga carrera. En
Valencia, don Jesús no vive en el Obispado, sino que lo hace en la
casa de sus padres. ¿Y en Palma? «Esperaré a oír el consejo del
Colegio Consultor, a ver qué me recomienda. Y les haré caso, porque
un obispo ha de hacer lo que sus diocesanos quieren que haga».
Tampoco sabe si se va a traer a Mallorca a algún familiar, como
hizo don Teodor. «Tal vez venga, si no para siempre, sí por
temporadas, una hermana. Y si viene lo hará con el corazón partido,
pues dejará aquí a su marido, hijos y nietos. Pero que vaya a
Mallorca también dependerá del consejo que me dé el Colegio
Consultor». En cambio, tiene muy claro que llegará a la Isla solo,
sin secretario, ni hombre de confianza. «Iré solo, con la ayuda de
nuestro Señor y con la de la gente de la Isla. Nada más que con
eso».
Tal como hemos dicho más arriba, el obispo conduce su propio
coche, «eso significa que cuando llegue a Palma veré con lo que
cuento para trasladarme, y si tengo algo con qué funcionar, pues
será con ese algo, si no, no me preocupa. Tampoco sé si conduciré
yo o si me llevarán otros». Le comentamos lo que nos ha dicho un
sacerdote en la antesala de su despacho antes de entrar. «Se llevan
ustedes a Mallorca a un gran obispo que antes es párroco, por lo
mucho que le gusta estar al lado de la gente». Monseñor sonríe:
«Eso es lo que se dice de mí por aquí, y pienso que en el fondo es
verdad, ya que ellos lo dicen. A mí me ha venido muy bien haber
sido rector de parroquia, ya que mentalmente considero que aún lo
sigo siendo, ya que me gusta estar al lado de la gente, conocer sus
problemas, el día a día y estar también muy cerca de los curas. Y
eso es lo que voy a seguir haciendo. Yo voy con el corazón abierto
a Mallorca. Tal vez eso de querer estar cerca de la gente hará que
vuele muy bajo, con lo cual si alguien me quiere pegar una escopetá
lo tendrá muy fácil ya que estaré a tiro, pero... Bueno, yo sé que
esa forma de ser es un riesgo, pero por otra parte es una forma muy
bonita por la que he apostado para ser obispo de Mallorca».
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