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A mediodía de ayer, Carme Feliu se quitó la pañoleta, fiel compañera suya durante ocho meses, que son los que ha estado convaleciente de las delicadas operaciones a las que fue sometida. «Me la quito ya porque veo que las cicatrices están casi todas cubiertas por el pelo y porque creo que si muestro mi cabeza yo no voy a molestar ni a sorprender a nadie», nos dijo.

Así que, año nuevo, imagen nueva. Adiós, pañuelos, adiós. Más de cien. Todos ellos regalados. Unos de seda, otros de algodón, «tal vez los que mejor me han ido, ya que se sujetan muy bien en la cabeza», pero todos queridos. El primero le llegó de parte de Rodrigo de Santos, el portavoz del Ajuntament. Se lo puso en el primer acto del PP en que compareció. «Y sin menospreciar a ninguno, uno muy querido por mí fue el que me regaló Rafel Vidal, sin olvidar el de seda, precioso, que me envió Pere Serra».

¿Y la oposición, te regaló alguno?, le preguntamos. «No sé, no recuerdo. Puede que sí. Pero da lo mismo. Toda la clase política, sin distinción de colores, se ha portado muy bien conmigo, por lo que les estoy muy agradecida», dice. «No sé qué voy a hacer con tantos pañuelos. Algunos puede que los guarde, al resto los donaré a alguien, ¡qué sé yo!, al Refugi por si quiere subastarlos. Si con ellos alguien pude obtener algún beneficio, por mí encantada», añade.

Pedro Prieto