Dicen los entendidos que la tendencia en las sociedades más
avanzadas es bajar los impuestos y reducir también, obviamente, los
servicios que el Estado presta a los ciudadanos, promoviendo eso
que se ha dado en llamar «privatización». Y eso, dicen también, lo
aplican tanto los de izquierdas como los de derechas. Así que, con
estos precedentes, cabría preguntarse para qué queremos ideologías
y para qué sirven los partidos políticos. «Cuestión de colores»,
añaden algunos.
Así las cosas, Zapatero se lanza al ruedo con un montón de
interesantes propuestas -menos impuestos, educación de primera,
libros gratis...- que, pese a lo atractivas que resultan, conllevan
dificultades para su aplicación. La prometida bajada de impuestos
-los ingresos del Estado- y la intención de mantener el déficit
cero -sin deudas- da al traste con cualquier intento de aumentar
los gastos, a menos que se reduzcan otro tipo de dispendios. Y ahí
puede radicar la sustancial diferencia entre derecha a izquierda,
abogando esta última por un mayor gasto social en detrimento de
otros capítulos, como el de Defensa, por poner un ejemplo. Claro
que estamos en campaña electoral y eso, desgraciadamente, supone en
demasiadas ocasiones el lanzamiento de globos sonda que luego no
pueden aplicarse.
Hasta ahora, el socialismo, todos lo sabemos, se ha
caracterizado por mantener unas tasas impositivas que permitían
afrontar un mayor gasto público. Rodríguez Zapatero parece empeñado
en romper esta dinámica y en querer conjugar bajos impuestos con
unas prestaciones mayores. La tarea es compleja y en el caso de que
el PSOE gane las elecciones deberemos exigirle el cumplimiento de
estas promesas.
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