Zapatero acaba de subirse al mismo carro en el que viaja Rajoy:
las promesas de nuevas bajadas del IRPF. El líder del PSOE promete
ahora -le critican algunos expertos que su programa económico
cambia cada día- excluir del impuesto sobre la renta a siete
millones de contribuyentes, que seguramente aplaudirán a
rabiar.
Ya se sabe que cuando nos mientan el bolsillo se nos ponen los
pelos de punta y por eso unos y otros recurren a la cantinela de la
bajada de impuestos para ponernos contentos. Pero no seamos tan
ingenuos. Ambos, lo mismo los de la izquierda que los de la
derecha, deberían explicar con pelos y señales cómo pretenden
mantener el Estado del Bienestar si recortan los ingresos.
Porque de entrada los médicos se ponen en huelga por unas
condiciones laborales que creen que no son las adecuadas; las casas
de acogida para mujeres maltratadas -que deberían considerarse
ahora mismo una prioridad absoluta- sufren recortes
presupuestarios; miles de mujeres reclaman una protección policial
imposible de abordar; los teatros públicos amenazan con
movilizaciones para reclamar mejores condiciones de trabajo...
En fin, que lo público va en retroceso mientras lo mismo Rajoy
que Zapatero vinculan el gasto social al aumento de la
productividad y del empleo. Ya sabemos que cuantos más trabajemos
mayores serán los beneficios para todos, pero hay asuntos en los
que no podemos admitir demoras ni condiciones. Por supuesto que
racionalizar los gastos y controlar el fraude deben ser políticas
de primera línea -deberían haberlo sido desde hace décadas-, pero
sin dejar de lado una premisa en la que todos estamos de acuerdo:
proteger a los débiles a través de un Estado fuerte bien
financiado.
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