Una de las comparsas en defensa del territorio. Foto: CURRO VIERA

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De los muchos años que llevamos contando cómo fue la Rua de Palma, la de ayer, sin duda, ha sido la más reivindicativa de todas. Sí a la Naturaleza, no a su destrucción. Y no, sobre todo, al segundo cinturón. La Rua, en según qué momentos, se parecía más a una manifestación que a un carnaval. Y ellos, los políticos del jurado, aguantando, haciendo bueno aquello de que en democracia hay que saber aceptar las críticas de quienes no están de acuerdo contigo, cosa que por otra parte, de no haber pensado así, no tenían más remedio que aguantar, pues estaban, como quien dice, rodeados. Solos, en lo alto de la tarima, frente a quienes les increpaban y les lanzaban caramelos.

En según qué momentos, más que lanzamiento en plan obsequio, parecían auténticas pedradas. Había que ver el rostro de Catalina Cirer -que lucía un espléndido disfraz de pirata... ¡con la que estaba cayendo!-, especialmente cuando algunos de los miembros de esas comparsas, usando como careta su rostro, se paseaban por delante de ella, pitando. O de ellos, mejor. Claro que Jaume Matas y Maria Antònia Munar, ausentes en la Rua -al menos en aquel estrado-, también se llevaron lo suyo en este reparto de críticas. Creo que estaremos de acuerdo en que la Rua de ayer fue también de las más trabajadas, tanto en carrozas como en comparsas, ya que la mayoría fueron pura artesanía, todo hecho a mano, a base de papel, cartón piedra y tela.

Tampoco escatimaron esfuerzos ni tiempo a la hora de montar la coreografía, que a unos les salió mejor que a otros, a la vez que a otros les salió algo lúgubre y tétrica, como los de «Mallorca es mor», que más que carnaval, su desfile, a toque de tambor, parecía más procesión del Jueves Santo que otra cosa, aunque muy en consonancia con el mensaje que transmitía: dolor por la destrucción de la Isla. Lástima que la Rua no cuente con bandas de música -sólo vimos una, la de Son Rapinya, disfrazados de peregrinos porque, según decían, para ensayar hay que emigrar, y la de tambores de la milonga uruguaya (y si hubo alguna más, que me disculpen por el olvido)-, por lo que ésta, la música, debió ser suplida por la música disco, que aunque suene mucho no es lo mismo.

Pedro Prieto