Una crisis anunciada la misma noche del 25 de mayo. Las aguas
del PSOE balear están estos días incluso más revueltas que antes
del 14 de marzo, antes de las elecciones generales, cuando los más
optimistas daban tan sólo dos diputados a los socialistas, por
mucho que el propio Francesc Antich encabezara la candidatura. En
realidad, las aguas están revueltas desde mucho antes, desde
aquella noche del 25 de mayo en la que Jaume Matas ganó las
elecciones o, mejor dicho, aquella noche en que Francesc Antich las
perdió.
Previsible crisis anunciada desde entonces. El primer análisis
de aquella noche, precipitado y apresurado, ya anunciaba lo que
ahora está sucediendo. El socialismo balear ha evidenciado a lo
largo de toda su existencia una tendencia tanto al cainismo como
casi al canibalismo político. Sólo durante los cuatro años de
mandato se dejaron a una lado -aparentemente- las diferencias. El
poder es el pegamento socialista, la barrita reparatodo, y si el
poder se evapora, el pegamento, también.
La esperada reaparición de los críticos. La victoria de los
socialistas en las elecciones generales fue la aspirina que calmó
el dolor de cabeza socialista durante unos días, tenue remedio para
una enfermedad crónica que se va extendiendo desde la cúpula hasta
la base del PSOE balear. Tan sólo sirvió para atrasar durante unos
meses las tensiones entre los dos bandos que dividen a los
socialistas. La crisis ha reaparecido con fuerza, motivada por un
muy mal gestionado reparto de cargos entre las filas de los
vencedores.
El complicado futuro de Francesc Antich. De este reparto, ha
quedado excluido el sector crítico al secretario general y
arrinconados algunos de los que apoyaban a Francesc Antich. El
flamante diputado socialista se encuentra ahora en una complicada
situación. Gestionó mal el reparto de cargos, con ambiguas promesas
que no se llegaron a concretar, y el malestar se extiende como la
pólvora. Hoy mismo, cuando apenas faltan seis meses para que los
socialistas celebren su congreso, incluso resulta aventurado
asegurar que Antich será el nuevo secretario general.
Y si no es Antich, ¿quién lo será? Esto ya ni siquiera es una
pregunta; es un completo enigma. Si el futuro de Antich es negro
más lo es todavía el del PSOE balear. Puede que con Antich
reelegido secretario general la crisis no amaine, pero sin Antich,
la cosa todavía puede ser peor. ¿Quién está en condiciones de
sucederle, si no se presenta a la reelección? En las filas del PSOE
no hay nadie capaz de aglutinar a ambos sectores socialistas. Ni
Francina Armengol por un bando ni Damià Cànoves por otro. Y, hoy
por hoy, ni siquiera quien fue president del Govern con el
Pacte.
Secretario general-candidato en 2007. Pero el panorama todavía
se complica más si, como se supone, quien sea elegido secretario
general será el rival de Matas en las elecciones de 2007. El único
que puede tener cierto gancho para contrarrestar el apabullante
poderío de Matas sigue siendo Antich. Entre los votantes, aquellos
que no son el puro aparato del partido, el ex president es un
personaje conocido y es apreciado. Pese al desgaste de la pérdida
del Govern, tras la victoria de Zapatero, Antich es el socialista
que presenta un mejor cartel para las bases. Si elegir secretario
general supone elegir candidato, el futuro socialista se complica
mucho más de lo previsto. A Antich le quedan menos de seis meses
para decidir su futuro.
Dos bandos para un congreso. Lo único que está claro en este
difuso futuro es que el PSOE volverá a presentarse dividido a los
próximos congresos. Se acabaron las adhesiones inquebrantables al
poderoso líder. Los socialistas vuelven a sus orígenes y sólo en el
congreso se verá si son capaces de llegar a un pacto que permita
parchear la realidad y dar una sensación de paz interna hasta que
se celebren las elecciones, dentro de tres años.
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