Algo más de dos años -si se cumplen los plazos previstos-
tardaremos en ver convertida en realidad una de las más viejas
reivindicaciones de la sociedad mallorquina: el desdoblamiento de
la carretera que une Palma con Manacor. Una vía que a diario
soporta el paso de veinte mil vehículos, que se considera la más
peligrosa de la Isla por su elevada tasa de siniestralidad, que se
ha cobrado varias vidas y muchos sustos. Un eje básico en el
sistema de comunicaciones de Mallorca que durante demasiados años
ha estado esperando una mejora.
Ahora las obras de ampliación de esta vía son una realidad que
costará más de 107 millones de euros y 27 meses de ejecución.
Después de esa fecha, todos ganaremos en calidad de vida y, lo que
es más importante, en seguridad.
La obra era más que necesaria, por cuanto constituye uno de los
principales ejes de la red viaria de la Isla, junto con la
autopista Palma-Inca, que también incorporará próximamente un
tercer carril, y la prolongación de ésta hacia Alcúdia, aunque de
momento sólo llegará hasta sa Pobla. Hay otros proyectos
necesarios, como el segundo cinturón de Palma, que podría evitar el
colapso circulatorio que se vive en la ciudad a diario. Es una
propuesta que arrastra cierta polémica, por cuanto los planes
comtemplan su paso por zonas que hoy disfrutan de una calidad de
vida basada en la tranquilidad y el ambiente casi rural, como Son
Sardina, un bien que es preciso preservar. Ahora, salvando esos
inconvenientes, se trata de una obra que deberá llevarse a cabo
tarde o temprano. Luego están los planes más controvertidos, como
la autopista de Inca a Manacor pasando por Sineu, cuyos perjuicios
probablemente superarían a las ventajas y que, una vez desdoblada
la de Palma-Manacor, puede resultar incluso innecesaria.
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