El Ajuntament palmesano ha introducido la polémica en los Premis
Ciutat de Palma al crear una nueva convocatoria de narrativa y
poesía en castellano. Se trata de una decisión que ha despertado
las iras de algunos colectivos de defensa de la lengua catalana y,
en cambio, la alegría de los escritores en lengua castellana.
¿Era necesario? ¿Había una demanda social para crear unos
premios en castellano que se unirán a los muchísimos que ya existen
en los países de habla castellana? Con esta decisión se rompe una
tradición de premios sólo en lengua catalana, la propia de estas
Islas, instaurada en 1979.
Los concejales del PP que han impulsado y aprobado esta medida
parece que no entienden que la lengua que necesita ser protegida y
apoyada es la mallorquina o catalana, precisamente ante la
fortaleza de la otra lengua, la castellana o española. Aquí, donde
instituciones y colectivos luchan desde hace décadas por preservar
el uso y el disfrute de una lengua pequeña -y, por tanto, siempre
en peligro-, la presencia de unos premios de narrativa en catalán
es lógica, digna de aplauso e imprescindible.
Intentar ahora cambiar esa realidad introduciendo elementos de
discordia entre catalanoparlantes y castellanoparlantes no es una
buena idea.
La decisión de Cort, con los votos en contra de toda la
oposición, tiene una fuerte carga simbólica. Para contentar a
algunos pequeños grupos del entorno del PP, se ha dado un absurdo
paso atrás. Es un gratuito retorno al pasado. Los motivos que
cuando llegó la democracia justificaron la necesidad de que los
Premis Ciutat de Palma fuesen en la lengua de las Islas tienen hoy
plena validez.
Cuando el Govern del PP parece haberse olvidado afortunadamente
de algunos planteamientos derivados de un bilingüismo mal entendido
y ha aprobado acertadamente que el catalán sea la lengua vehicular
de la nueva televisión autonómica, el Grupo Popular de Cort ha ido
por otro camino preocupantemente distinto.
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