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Una explosión de gente, de color, de música y de ruido puso ayer la guinda, como cada año, a las fiestas de s'Illot. Rozando la medianoche, un espectacular castillo de fuegos artificiales, a cargo de la pirotécnica Jordà, llenó hasta los topes el paseo de s'Illot y colapsó las entradas al núcleo costero. Era muy difícil encontrar un aparcamiento donde estacionar a la vez que encontrar un rinconcito sobre la arena donde contemplar el magnífico espectáculo.

En la presente edición se rompieron todas las previsiones, ni siquiera la lluvia, que había amenazado durante todo el día, consiguió amedrentar a los miles de visitantes que se acercaron al núcleo costero. El cielo encapotado se vistió de luces de los más variados colores y formas para despedir unas fiestas que han sido muy participativas. Los fuegos artificiales fueron lanzados desde el muelle y se podían ver desde toda la playa, que estaba a rebosar de gente. No cabía nadie más.

Con anterioridad había tenido lugar un concierto, que también fue seguido por una gran multitud. Por ello muchos echaron mano a los bocadillos para conservar su sitio privilegiado. Ante la expectación de la gente comenzó una procesión de formas y colores originales, desde los más típicos, como las palmeras de siempre, hasta los fuegos de artificio más innovadores, con colores nunca vistos, que fueron la delicia de los espectadores.

L. Tugores