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A la isla de Eivissa suele llegarse por la ciudad que lleva el mismo nombre. Así lo hicimos. En nuestro caso, a bordo del barco de Balearia que tiene línea regular desde Palma. Pusimos pie en tierra y ya sentimos el espíritu de este paraíso del Mediterráneo, donde la oferta nocturna y la masificación turística son los dos factores predominantes en pleno verano. Y es que la mayor de las Pitiüses es, sin duda, la isla que no duerme. La marcha es su leivmotiv. Así, la noche empieza de día. Las vallas publicitarias son las encargadas de ubicar al turista; todas ellas son un reclamo de las distintas discotecas, famosas no sólo en territorio ibicenco sino también en el nacional e incluso en el internacional.

Pero las discotecas no son el único centro de diversión. Las playas son la cuna de la exhibición. El culto a la belleza llega en la arena a todo su esplendor. Allí, las mujeres más guapas y mejor cuidadas por las manos de prestigiosos cirujanos lucen su físico adornado con los mejores y más diminutos trapitos. Bronceadas, de rayos uva más que de sol, y pintadas como un cuadro se contonean, acompañadas por auténticos metrosexuales, a ritmo de la música chill out que suena en los distintos locales playeros. Jockey Club y Malibú, en Ses Salines, acogen durante la época estival el famoseo y el ambiente más in. El segundo es cuna de los futbolistas recién acabada la temporada y tiene servicio a pie de arena. Pero, a pesar de la calidad de esta playa, por su fama más que nada, lo cierto es que los precios tanto del párquing (3 euros todo el día) y de las hamacas (4 euros todo el día) son asequibles si lo comparamos con la famosa playa de Es Trenc de Mallorca, donde sólo el párquing ya vale 5 euros. Las consumiciones en estos originales chiringuitos ya es otra cosa; sólo un gazpacho cuesta 6 euros y una modesta ensalada 12.

Moda en la playa
El pareo pierde su habitual utilidad como prenda playera para convertirse en una toalla. Es la última moda, quizás poco práctica, porque no ejerce la función secante como la toalla, pero muy original y sin duda fashion.

La Platja d'es Comte es otra de las zonas con más marcha durante el día. La música chill out vuelve a hacer su aparición, te guste o no te guste. La gente que acude a esta zona no se corta un pelo y si tiene que bailar, baila, quizás como entreno para la noche. Y es que la noche está presente durante todo el día gracias a la música que suena en la playa y las constantes conversaciones sobre a qué discoteca ir esa misma noche. Amnesia, El Divino, Pachá, Penélope, Space, .... son los nombres más mencionados.

Desde el punto más elevado de la playa la imagen sugiere el lejano oeste. Los sombreros de vaquero de paja, muchos de ellos adornados con tiras de colores, son la última moda sobre la arena.

Para las personas que prefieren la tranquilidad, la opción más idónea es Cala d'Hort, desde la cual se puede ver Es Vedrà, que es junto a Tagomago y sa Conillera los islotes más importantes debido a su tamaño. Es quizás la estampa más popular de la costa sur ibicenca; su forma, sobre todo al atardecer, es otra de las imágenes más típicas y reproducidas en las postales.

El día es también un buen momento para contemplar la blancura de Eivissa. Si por algo destaca la arquitectura ibicenca es por el color blanco. Sólo unos pocos han optado por otros colores, pero el blanco es el tono por excelencia. El azul del mar y el ocre del campo se mezclan con este paisaje de calma y pureza, que difiere bastante del auténtico espíritu de la Isla.

Tras el turismo diurno por la isla pitiüsa, nos dirigimos al hotel para darnos una ducha y ponernos nuestras mejores y más extravagantes galas para disfrutar de la noche. La idea es pasar el menos tiempo posible en el hotel ya que en plena temporada se pagan unos precios verdaderamente alarmantes por auténticas chabolas de barrio, antiguas pero sobre todo sucias. Pero no queda más remedio que conformarse porque no hay disponibilidad y aunque la hubiera los precios son excesivos.