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Pedro Prieto (México)
Notamos que la techumbre de su entrada está algo deteriorada. No hay duda que se han dado prisa en arreglar los desperfectos que Wilma ocasionó; que así ha sido, como iríamos averiguando: no solo prisas en los hoteles para que todo vuelva a ser igual como fue, sino prisas también por parte de la compañía eléctrica, la CPF, que contra todo pronóstico restauró la luz a las pocas horas. «Aunque a lo mejor por la parte de la playa, que está delante, está la cosa peor», dice el taxista. Naturalmente, el de seguridad no nos permite acceder a la playa. «No se puede pasar si no es cliente del hotel», nos dice amablemente.

La entrada, a lo que se ve, se llevó la peor parte, aunque observamos desde la carretera que el interior de algunas de sus plantas no ha quedado muy bien parado que digamos. «Pase usted mañana -nos dice ewatchman- que podrá hablar con el gerente». «Este hotel pertenece a empresarios mallorquines, ¿no?», le preguntamos. El mexicano no tiene ni idea. «Hay un señor que es español. Pero no está». Tampoco podemos hablar con el director del Gran Melià Cancún, increíblemente bello, no solo por su originalidad en cuanto a diseño, sino también por sus cúpulas piramidales en las que observamos, sobre todo en una de las más pequeñas, que le faltan algunos cristales.

Seguimos rulando, a no mucha velocidad, notando que el deterioro está, sobre todo, en la estética, al menos aparentemente, aunque algunos, por muchas prisas que se están dando en reparar el desaguisado, no pueden evitar que se vea lo que han padecido en su estructura, como, por ejemplo, el Fiesta Americana Grand Acqua, inaugurado hace menos de un año, al que el huracán dejó sin cristales y algo más, o el Beach Paradise, de Hotetur, cerrado y con gente trabajando en su interior.