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La visita programada de los reyes de España a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla para el próximo lunes y martes lleva camino de convertirse en un serio conflicto diplomático con Marruecos.

Tal y como se están desarrollando los acontecimientos todos los indicios apuntan a que el Gobierno ha calculado mal los riesgos que comporta una visita de estas características. Desde el momento de su anuncio el Gobierno alauí ha expresado su protesta, a la que se han sumado los medios de comunicación de su país. Todo muy previsible. No parece verosímil que el Gobierno español no haya analizado la tensión que la presencia de don Juan Carlos y doña Sofía en Ceuta y Melilla podría generar con Marruecos, un país con el que las relaciones bilaterales siempre han sido complejas a lo largo de la historia.

No se trata de cuestionar el hecho de que los reyes de España visiten dos ciudades españolas -el último monarca en hacerlo fue el rey Alfonso XIII hace 80 años-, la cuestión estriba en la oportunidad de hacerlo ahora y los motivos que justifican la decisión. ¿Qué circunstancias impidieron que se llevara esta visita en años pasados? ¿Qué ha cambiado en el panorama nacional y en las relaciones hispano-marroquíes?

Es obvio que el Gobierno español informó previamente a Rabat de la decisión del viaje real y que era consciente de la reacción que provocaría, pero el hecho de que Marruecos haya llamado a consultas al embajador en Madrid es un movimiento diplomático que revela el grave análisis que hace Rabat, superior posiblemente al previsto.

Es indudable que España no puede cancelar la visita de los Reyes, que el Gobierno de Zapatero explica que debe entenderse únicamente en clave interna y sin afectar a las relaciones con nuestro vecino del sur. Sólo cabe esperar a que escampe la tormenta. Marruecos estaba obligado a expresar su protesta, pero pasada la visita se impondrá la necesidad de mantener unas buenas relaciones con España, olvidando este incidente, que no es el primero, ni será el último.