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La Associació de Criadors i Propietaris de Cavalls de Pura Raça Mallorquina» organizó una jornada de siembra de semillas de trigo en la finca Can Vives. Los orígenes de la siembra con caballos de pura raza mallorquina se remontan a tiempos en los que no existían los transgénicos y cuando la coherencia entre la ecología y las labores agrícolas era absoluta. «El gasóleo y la naturaleza no son compatibles, asegura Joan Florit, miembro del grupo de hombres que, con el sistema de «tornas» colaboran unos con otros en una lección magistral de convivencia entre vecinos.

Cumpliendo una de las bases de los estatutos de la asociación, que es velar por la pureza y selección de la raza, Miguel Servera, criador de caballos mallorquines, asegura que son animales nobles e inteligentes, por lo que esta jornada pretende «entrenar» esas virtudes.

El comienzo del año agrícola obliga a colocar la semilla en los depósitos del arado para que las primeras lluvias hagan crecer un trigo único, antiguo y que, si todo va bien, será cosechado en menos de un mes. Estas semillas son más caras que las transgénicas y la harina resultante es fuerte y especial para productos típicos y especialmente la ensaimada.

«Es un auténtico oro», según José Àngel García quien, junto a Sebastián Moscari, ayudan a Servera a volcar los granos. Antonio Gaya, Tomeu Obrador y Miguel Suñer van y vienen por el campo, seco y duro en piedras, guiando a sus caballos a través de la planicie, de la que sacarán 3.000 kilos de trigo por cuarterada.

Las pretensiones de los asociados son potenciar las virtudes del caballo y cumplir a la vez con sus propias ideas de preservar las tareas del campo mallorquín. Con sus herramientas originales y sin ayudas oficiales, es un objetivo difícil de cumplir aunque no imposible

Oscar Pipkin

(texto y foto)