Waldemar Mischutin es el capitán del buque. Era su primera travesía en el Alan Kurdi, y explica que fue muy intensa. «Siempre que llegamos a mar abierto hay algún miembro de la tripulación vigilando el horizonte por si aparece alguna barcaza. Suelen verse sobre las 6 de la mañana, ya que salen por la noche de Libia».
En este caso, encontraron una patera con 65 personas a bordo, 14 de las cuales eran menores de edad. Llevarían diez o doce horas en el agua. Mischutin explica que «cuando divisamos una barca con inmigrantes, bajamos dos botes y vamos hacia ellos». Las lanchas que se aproximan tienen una capacidad para 10 personas, por lo que lo primero que hacen es repartir chalecos salvavidas e ir haciendo el traspaso.
Antes tienen que vencer la reticencia de los inmigrantes, que piensan que son guardacostas que los van a devolver a Libia. «Son personas que en muchos casos llevan a sus espaldas una travesía de años de duración, están exhaustos y al principio no se fían de nosotros», asegura el capitán. Cuando todos están a bordo del Alan Kurdi, reciben atención médica, comida, agua y una ducha.
La parte sanitaria es importante, ya que muchos de los inmigrantes están «débiles, con quemaduras solares y con frío». Después, el agotamiento hace que duerman un día entero.
En este contexto, el Alan Kurdi llegó hasta Lampedusa, donde se le denegó la entrada por el decreto promovido por el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini. Después, lo intentó en Malta, donde tras un par de negativas pudieron desembarcar a los 65 rescatados. Al regresar a la zona de rescate, unos pescadores tunecinos avisaron de la existencia de otro bote con 44 personas. El capitán explica que «estas personas llevaban dos o tres días en el mar, pero estaban en bastante buen estado gracias al agua y la comida que les dieron los pescadores tunecinos».
La comida del barco, que elaboran dos veces al día la consiguen, en buena parte, gracias a la solidaridad mallorquina. Xisca Pérez, activista social, fue la coordinadora de la última recogida que se hizo en colaboración con Apotecaris Solidaris, donde se recogieron 150 mantas y más de dos toneladas de agua y alimentos no perecederos. «Cuando hay rescatados cocinamos dos veces al día, platos energéticos pero sencillos: couscous, arroz...».
Mientras enseña el barco, Mischuti explica que «el interior es muy pequeño, y nos vemos obligados a alojar a los rescatados en cubierta. Hace frío, el agua salpica si hay mala mar, por eso es tan importante que podamos encontrar puerto rápido». En este sentido, asegura que «la justicia y los trámites burocráticos van muy lentos. Los países no tienen derecho a prohibir una entrada pacífica en sus puertos, pero sin embargo lo hacen».
El Alan Kurdi zarpará para las zonas de rescate el lunes, donde a buen seguro conseguirá salvar la vida de decenas de personas que, si no fuera por ellos, acabarían en el fondo del mar.
7 comentarios
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Los países europeos, incluida España, crearon la situación en Libia, apoyando a los yanquis en la búsqueda de algo que no existía, las armas de destrucción masiva. Ahora esos países deben asumir la responsabilidad.
Teorías de la conspiración infantil para la capucha blanca. Deja de leer libros de guardería.
Eso de que Italia no tiene derecho a prohibir es falso, son aguas territoriales, y por tanto jurisdicción del país. Otra cosa es la ética y la subjetividad de cada uno.
Si saben que salen de Libia, ¿por qué el barco no los rescata y los devuelve a Libia? Llamadme loco...
Bueno, pues que Libia esté atenta y les de su merecido.Quien paga todo esto? Soros, tal vez?
Lo siento por los inmigrantes.pero facilitarles la entrada yendo a buscarlos no creó que sea la solución.¡
Dice: " Los países no tienen derecho a prohibir una entrada pacífica en sus puertos", pues si han salido de Libia, a Libia hay que volver. No se dan cuenta de que lo único que fomentan con esto es la proliferación de más mafias. Hay que salvarles la vida a todos los que se pueda, pero otra cosa es trayendo gente que cuando llegan se encuentran con la realidad de que aquí no pueden tener trabajo . . .